24.1.16

El centro de detención (o lo que hay detrás de la vida que vives)


En estas últimas fechas he oído a mucha gente cercana a mí eso de: "es mejor ponerse a robar, vas a la cárcel pero al menos te dan comida y un techo", o: "estoy pensando en atracar en algún lado y que me metan en la cárcel, al menos luego salgo con la paga del paro", entre muchas otras cosas. La verdad es que casi nunca les respondo porque, en ocasiones, me encuentro tan bajo de moral que llego a pensar así.

Sin embargo, por desgracia, ni las cárceles son tan bondadosas ni la policía tan estupenda. Normalmente las primeras son un nido de serpientes, y los segundos altivos y engreídos, como si tuvieran el mundo a sus pies y la ley en sus manos.




Hace años compartía una explotación destinada a la horticultura con un amigo, en donde vendíamos y distribuíamos lechugas y productos parecidos a comercios y restaurantes de la región. Mi amigo había conocido a un chico de nombre Rafa al que le unía una gran amistad desde hacía mucho tiempo. Rafa había dejado su empleo y había entrado en la Policía Nacional, y llevaba ya algunos años en el cuerpo.

Venía en numerosas ocasiones con mi amigo, y aunque yo no tenía ningún inconveniente en que lo hiciera, acabé por sentirme realmente incómodo. El caso es que Rafa, aunque no acudía con uniforme ni nada que hiciera ver su condición de agente del orden, se mostraba en todo tiempo como tal. Quiero decir que aparecía y ni siquiera me saludaba, se quedaba observándome o estudiando todo lo que hacíamos a su alrededor. Yo decidía seguir a lo mío y no meterme en las conversaciones entre él y mi socio en el negocio, pero me resultaba muy frío y distante, no me decía nunca nada, solo se quedaba en donde estuviera mi amigo hablando de sus cosas, y ni siquiera llegó a dirigirme la palabra en ninguna ocasión, lo cual suponía una situación muy tensa.


Creo que el hecho de que fuera policía le hacía sentirse superior, como si nosotros estuviésemos en un escalón más bajo. Unos simples obreros que debían obedecer al Sistema.

Especialmente molesto me sentía cuando deambulaba por la plantación simulando dar paseos, como quien no quiere la cosa, aunque resultaba evidente que buscaba averiguar si teníamos plantas de marihuana, de adormidera o a saber qué se le pasaría por su cabeza.

Una vez no aguanté más y, con bastante delicadeza -era su amigo- se lo comenté a mi socio. Me sorprendió su respuesta. Me confesó que yo tenía razón, de hecho él mismo había notado mucho cambio en Rafa, y me dijo que desde que había entrado en la Policía era totalmente diferente, que ya no era aquel chaval tan enrollado que conoció en el pasado, y que se le habían subido en bastante los humos -mas bien el poder autoritario- a la cabeza.

A día de hoy mi amigo ya no se trata con él. De ser uña y carne en el pasado, intenta no hablar de él y si surge la conversación trata de evitarlo. No hace mucho surgió el tema y vi cómo lo abordaba de pasada, diciéndome: "'el volao', mi amigo 'el volao', ese está muy mal". No se si estará mal o no, pero por supuesto sigue en la Policía.


Otra equivocación suele tener que ver con los centros de detención o los calabozos. La experiencia que me desveló la forma de tratar a los que allí iban me resultó realmente reveladora. No son esos centros tan bonitos que se ven en los documentales o películas, con policías y funcionarios atentos y serviciales. Ni mucho menos. La mayoría de los que allí trabajan están asqueados de su trabajo, de lo que ven a diario. Tan hartos de soportar y escuchar casos de gente en situación extrema, hasta tal punto que se han convertido en seres insensibles.

La anécdota que me relataron en uno de ellos me dejó anonadado y me abrió los ojos para ver hasta qué punto abusan de ti y te pisotean cuando eres un don nadie, cuando no tienes dinero ni poder económico. Cuando has perdido el sustento de tu trabajo, tu familia y todo lo que socialmente te mantiene en pie, prepárate, porque vas a alucinar con todo lo que vas a descubrir y todo lo que esconde esta cruenta y despiadada sociedad tras su máscara del marketing, los centros comerciales y los objetos de lujo.


Este chico que os cuento estaba con su hermano en la calle, con un carrito de la compra. Lo habían usado para transportar algo y ahora regresaban con él. Conocían, no demasiado, pero sí un poco, a un policía con el que se encontraron por el camino, empezaron a hablar animadamente y le dijeron qué habían estado haciendo y, en fin, lo que se suele decir en cualquier conversación trivial que tengas con un vecino con el que te acabas de encontrar por la acera.

Ya se iban cuando tuvieron la mala fortuna de, al doblar la esquina, encontrarse con otro policía -no se si éste era local- que tenía, podría decirse, "el día torcido". No sé qué se le pasaría a aquel agente por la cabeza, el caso es que se empeñó en que le enseñaran qué llevaban en el carrito, sospechando de que estaban trapicheando con algo. Mi amigo y su hermano se lo enseñaron, y al ver que no había nada, para no quedar como un estúpido -o eso les dio a entender a ellos- dijo que el carrito lo habían robado. Mis amigos se echaron a reír sin poder evitarlo, ante lo increíble de la situación. Enorme error: el policía se enfadó aún más, les empezó a acusar de burlarse de un agente del orden, de uno y de otro. Por fortuna el otro policía, el que conocían estos chicos, aún estaba por la zona, y mis amigos le llamaron.


Cuando se acercó el otro agente la situación no mejoró mucho. De hecho empeoró. El policía que los acusaba empezó a recurrir "al compañerismo", a uno y a otro, y se empeñó en afirmar que habían estado robando. Solo se sintió cómodo cuando el policía conocido le dijo: "no se preocupe, les llevo detenidos".

Se alejaron y los llevaron hacia el coche. Cuando se quedaron solos con el policía que conocían, éste les dijo con ira, especialmente al hermano de mi amigo: "a partir de ahora no me conocéis, ni me saludes ni me des 'me gusta' en Facebook ni nada, ¿de acuerdo? Que quede claro".

Les intentó calmar diciéndoles que en el centro de detención estarían unas pocas horas "para cumplir la papeleta" y andando. Cuando salieron del coche el hermano de mi amigo, presa del pánico, de la situación y del miedo, echó a correr. El policía se puso a cogerle corriendo tras él, pero mi amigo le dijo: "que mas dá, además, sabes dónde vivimos, sabes de sobra dónde encontrarle". Ante esas palabras regresó con mi amigo, y cogiéndole por el brazo le explicó que no pasaba nada, que en unas pocas horas estaría en la calle... En suma, intentando tranquilizarle con esa falsedad tan propia de muchos policías que intentan fingir como si fueran amigos tuyos de toda la vida, cuando solo unos minutos antes les había prohibido hasta saludarle por el Facebook.

Mi amigo estaba preocupado por su reloj y como había visto películas donde había que entregar los efectos personales, le preguntó al policía si había que dejar allí su reloj y si se lo cuidarían. El policía le respondió que seguramente ni se lo quitarían.

Así fue. Nada más cruzar la puerta un hombre alto y negro le pidió muy malhumorado que alzase los brazos y se diera una vuelta sobre sí mismo. Buscaba armas, no relojes. Habló sucintamente con el policía y éste le informó de que mi amigo no llevaba nada de peligro.


Mientras le llevaban a una celda el hombre que le recibió le dijo, riéndose: "lo de alzar los brazos era broma, siempre hago bromas de ese estilo, es que como estamos en verano me gusta la gente alegre y a veces me quedo un poco con los nuevos". Y añadió: "ya verás, te he reservado mi celda favorita, ésta es la mejor".

Le llevaron a un cuarto estrecho y maloliente, donde había una pequeña mesa en medio. Le metieron dentro y al instante, mientras el negro hacía no se qué papeleo sobre la mesa, llegó un señor con un teléfono móvil de los antiguos, tipo "folder" o de concha. Le pidió insistentemente que hiciera una llamada. Mi amigo dudó, pero al verlo un segundo chico, más joven, se fue hacia él con otro móvil, del mismo estilo que el otro pero con cubierta en blanco, y ambos se pusieron ante este chico insistiéndole en que hiciera esa llamada, a la que al parecer tenía derecho para informar de su situación a quien quisiera, mientras le iban sujetando con cada vez más fuerza y firmeza hasta inmovilizarlo. Entonces este chico respondió que había decidido no hacer esa llamada, explicando que no quería darle un disgusto a su familia. Esto pareció molestar bastante a los otros, no se explicaba por qué le insistían tanto.


Mientras el más joven se acercaba y ponía el móvil ante su cara para que hiciera esa llamada, el más viejo aprovechó y le inyectó algo. Mi amigo dijo que debía ser un calmante, porque al instante se empezó a relajar y notó cómo las piernas no le sostenían. Apoyado en la pared como estaba, se fue poco a poco deslizándose hasta quedar sentado en el suelo. Los dos hombres ante él se miraron, sonrientes, y cerraron sus móviles. Luego notó otro pinchazo, también dado por el más viejo, mientras le decía como si fuera su mejor amigo de toda la vida: "tranquilo, ya está, todo está bien, ¿ves?". Supuso -bueno, por la sensación agradable que notó a continuación casi estaba seguro- de que era droga. ¿Denunciar? No iría a ningún lado con esa denuncia. Ellos saben que no denunciarás porque eres un "matao" que no tiene donde caerse muerto, además que si hablas de denunciar ni te la tramitan (y de eso puedo dar fe). Así que decidió seguir con su vida sin complicarse con más líos.

Por desgracia poco se sabe de las cárceles y de los centros de detenidos, en España también, porque pocas veces sale a la luz. A nadie ha rehabilitado la cárcel, yo no conozco ningún caso. Sí, a las estrellas y famosos como Isabel Pantoja los tratan a cuerpo de rey, con celdas individuales y beneficios especiales. Pero a los "don nadie", a ti y a mí, no nos tratarían así. No hace mucho se descubrieron los actos de violación y abusos a presidiarias, que fue portada en muchos medios de comunicación hará cosa de dos o tres años. Lamentablemente, la droga suele también campar a sus anchas. Son muchos los que entran en presidio para así poder tener "un techo y algo que llevarse a la boca", y salen destrozados física y moralmente, así que si en alguna ocasión te ves tentado a ello, ni se te pase por la cabeza. Cuando no salen alcoholizados, les dejan en la calle totalmente adictos a sustancias estupefacientes. No es una buena alternativa la cárcel. Al menos, no si buscas encontrar en el presidio una salida fácil a tu mala situación. Acabarás tan profundamente destrozado y vivirás tantos desmanes que no solo te deshumanizarás como persona, sino que incluso dejarás de serlo. Saldrás convertido en un trapo.

Sólo intenta, por tanto, no cruzarte con el agente de policía equivocado.

| Redacción: Bianamaran

8 comentarios :

  1. es uno de los pots mas impactantes qúe he leido en mucho tiempo, me dejas anonadado. El mundo esta loco, loco, loco. Aquí es un "sálvese quien pueda", esta claro

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    1. Sí, un "sálvese quien pueda" y un "tonto el último".

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  2. Ahora entiendo por qué hay tantos que quieren acallarte la voz, bianamaran.

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  3. Seguro que esto es también culpa de Zapatero, antes esto no ocurría.

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  4. El poder corrompe, está claro. Ya sea político, económico, o punitivo como en este caso.

    En cuanto a las prisiones, está claro que no funcionan. En vez de rehabilitar, pervierten y empeoran a los que aún podrían tener esperanza de reintegrarse.

    Y los que han hecho cosas gordas, y que no seon rehabilitables, viven como reyes.

    Por cierto, que se ha movido de fecha el post o algo así?

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    1. Eres un as, Guti :D Sí, lo eché para atrás porque he visto que con la gente que está visitando el blog últimamente mejor que no aparezca en la home. No me interesa que lo lean muchos, sino que lo lea a quienes de verdad puede servirles de ayuda o serles útil.

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  5. Si bien la experiencia de tu amigo es muy mala no estás teniendo en cuenta que la policía (así como muchas otras personas en sus distintos trabajos) son expuestas a casos día a día que hace que pierdan sensibilidad, es normal, humano. La solución sería darles terapias y rotar personal pero habiendo deficiencia de persona, bajo presupuesto y corrupción es normal que este tipo de trabajos hagan de sus trabajadores personas raras.

    Finalmente, si me hicieran una injusticia no me callaría, eso de pensar "la justicia no funciona" hoy en día es de tontos pues con un poco de suerte la denuncia de uno vía internet puede llegar a tener tal resonancia que serás entrevistado por un alto cargo de la entidad que denuncias, y creo que eso es algo que pasa en casi todos los países libres.

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