30.8.17

Estamos acabados


Puede que haya cosas que vayan a terminarse tarde o temprano, o necesiten una revitalización, pero según parece ser, muchas de ellas están acabadas.

Los relojes tal como se conocieron hasta ahora están acabados. La mayoría de personas no los usan y éxito, y beneficios, tan solo se obtienen con los modelos y marcas de lujo, que año a año no dejan de aumentar sus ganancias. El usuario de a pie recurre al móvil o al smartphone.




En otros campos las cosas no son muy diferentes. El ciclismo lleva tiempo sin levantar cabeza, ya no era aquello que había sido en los años ochenta, que movía a auténticas masas, hoy se cierran carreras, y competiciones de antaño muy importantes han visto reducidos sus días de competición, cuando no directamente han desaparecido, como la Vuelta a Extremadura o la Vuelta a los Valles Mineros.

Otros deportes como la Fórmula 1 sobreviven gracias a sus multimillonarios patrocinadores, pero ni tienen el tirón ni la atracción de antes, eso sin contar que hay carreras que les hacen sombra (como la Fórmula E) y que les amenazan muy en serio.


Hay cosas que tienden a desaparecer y no hay muchas más vueltas que darle, como han desaparecido las máquinas de escribir, o en horas bajas, como las cerillas o los receptores de radio. Pero creo que el problema no es ese, el de si van a desaparecer o no, de hecho creo que algunas no desaparecerán, porque aunque el smartphone sea un buen sustituto para aparatos de radio o relojes, en el fondo es un sustituto "en parte", un sucedáneo, pero no puede superar al producto real.

El problema se reduce a que las empresas quieren crecer, aumentar sus beneficios, y no se conforman con mantenerse o con poder vivir más o menos bien dentro de sus segmento y con su cuota de mercado. Si muchas de ellas no presentan a finales del año fiscal beneficios, ya consideran que están en quiebra. Muchos de sus gestores emprenden aventuras y adquisiciones irreales que son las que les llevan a la bancarrota, y no el consumidor en sí o el descenso de la demanda.


La Fórmula 1, por ejemplo, nunca fue un deporte que moviera miles de millones de espectadores. En los años cuarenta y cincuenta eran carreras que se disputaban con muy pocos recursos, y no cambió mucho la cosa hasta la llegada de los setenta y, sobre todo, los ochenta, con el marketing, y el empuje de la publicidad. Por lo tanto existía con muy pocos recursos y viéndola muy poca gente, y no pasaba nada.

Otro tanto lo tenemos con los relojes digitales. Desde su aparición su crecimiento y éxito fue brutal, pero en los setenta, con un público muy limitado, se veían muy pocos y había muy pocos. Y los relojes, si los miramos desde un punto de vista más genérico aún, a través de los siglos no fueron muy comunes en las muñecas de las gentes, de hecho esa costumbre empezó muy tardíamente.


Incluso me atrevería a decir que hay mercado para las máquinas de escribir todavía, como lo hay para las cámaras de fotos analógicas o para los magnetófonos. El problema surge cuando la compañía ya no se conforma con vender dos mil unidades al mes, y desea vender el mes siguiente cinco mil, y al siguiente diez mil, y cerrar el año con cien mil unidades vendidas. En ese crecimiento exponencial, sin límite, se suceden las inversiones y créditos: se adquieren terrenos, se construyen edificios y se aumentan los gastos en publicidad hasta el punto de ahogar a la compañía, y es eso, a fin de cuentas, lo que la termina asfixiando, y no la falta de de demanda (o la poca demanda) del producto que fabrican.

Si Casio se hubiese querido conformar con seguir vendiendo medio millón de digitales, siguiendo ofreciendo sus módulos imaginativos y sus Marlin, HD y G-Shock con cajas de acero "como antes", no estaría en crisis, y no necesitaría para nada aventurarse a lanzar analógicos para competir con las marcas suizas e intentar vender los millones (y, sobre todo, ganar los millones de francos) que ellas venden. Pero no basta, cuando lo que se busca no es mejorar el producto, u ofrecer variantes atractivas distintas, sino aumentan los beneficios para llenarse más los bolsillos -en otras palabras: codicia-, entonces el producto que vendas pasa a un segundo término y solo se convierte en un medio para tener más y hacerse más rico, y se deja de tener ni ver el producto que fabriques como el principal valor y un fin en sí mismo.


En este contexto todos tendríamos cabida, porque habría lugar para todos: para las marcas de antes, y para las nuevas que quisieran innovar o cambiar ciertas cosas. Quizá el único ejemplo que tengamos de esto sea Zippo, con sus encendedores, los cuales más o menos se han visto inalterables a través de los años. Otras marcas, sin embargo, han caído en medio de la vorágine en donde si no eres grande y poderoso, desapareces: Eastpak, vendida a VF Corporation, o los encendedores austriacos IMCO, que al contrario que los Zippo, y a pesar de tener una rica historia detrás, no han sabido posicionarse como aquéllos. Y es curioso, porque los IMCO fueron un día los encendedores más fabricados del mundo, o los Feuerzeug KW, mucho más sofisticados que prescindían del algodón y se prendían simplemente gracias al calor del cuerpo. Me pregunto cómo un día tienes un producto genial que todo el mundo quiere, y al siguiente estás en bancarrota y tienes que cerrar. Pero así ocurre: no se han conformado con seguir vendiendo pocas unidades, seguir en su parte lógica del mercado, y han querido comerse el pastel entero. Y se han empachado.

Y si hablamos de encendedores, en España tenemos la marca Clipper, que puesto en contacto con ellos hace no mucho me quedaron muy pocas ganas de volver a hacerlo. Quizá, a fin y al cabo, todas estas marcas, cuando se olvidan de su producto y, peor aún, se olvidan de que trabajan para sus clientes, y solo miran el beneficio económico, lo mejor que les puede ocurrir es que cierren. Porque crecer sin límite, crecer cada año, crecer sin fin y aumentar sus dividendos sin otro objetivo que su propia vanidad y codicia es dañino para todo el mundo: para ellas, para la sociedad, para el medio ambiente y, sobre todo, para sus fieles clientes de antaño. Porque no se puede crecer sin parar, y esa es una lógica que muchas marcas parecen empeñarse en no asimilar ni reconocer.


| Redacción: GacetaIlustrada.com / GacetaIlustrada.blogspot.com

5 comentarios :

  1. La tecnología actual va demasiado rápida para que la sociedad pueda asimilar tantos cambios y transformaciones, lo peor de todo es que la gente ha depositado su felicidad en el bienestar social que ofrecen los avances tecnológicos y médicos, sin darse cuenta que la plenitud interior no proviene de ningún artilugio material, desde este punto de vista los aparatos mecánicos nos bastan y sobran para ser felices.

    ¡No vas a ser más feliz por llegar a la Luna!

    Con respecto a las empresas de quita y pon son la viva imagen de la sociedad de usar y tirar en la que vivimos, son empresas que se quieren aprovechar rápidamente de las innovaciones del momento, hacerse multimillonarios y retirarse jóvenes, para vivir una prejubilación de 40 años, con grandes cantidades de dinero imposibles de acabar en toda su existencia y vivir siempre como eternos adolescentes, rodeados de belleza y glamour.

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  2. Desgraciadamente el sistema económico actual, requiere el crecimiento para mantenerse a flote. Y las empresas no son una excepción.

    Obviamente, es algo imposible que todas crezcan, y de esta manera, pues ocurre lo que ocurre. Casio crece como nunca con sus G-Shock "basura", cuando hasta 1985, estuvieron a punto de cerrar la gama, por falta de éxito.

    Me ha picado la curiosidad con los "Feuerzeug KW". No los había oído nunca, y esto de usar el calor corporal.

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  3. el calor hacía que el combustible se evaporase, y era lo que prendía la mecha, así podían prescindir de algodon

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  4. aquí más: https://vintagelighters.blogspot.com.es/2009/09/imco-el-encendedor-de-fuel-mas.html

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  5. Muchas gracias por el enlace. Es una tecnología sorprendente.

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