Si hay un negocio floreciente y omnipresente en España, ese es el de los bares. No hay prácticamente barrio de ciudad o pueblo que carezca de uno, o de varios mezclados entre sí, uno tras otro. "Benditos bares", decía hace no mucho la publicidad de una multinacional de los refrescos que, como toda publicidad, intenta esconder con engaño la auténtica realidad, pintando lo negro con una capa de blanco. O de rosa.
Empezaré diciendo que no suelo visitar bares. Ni restaurantes. Si he tenido que salir y comer algo prefiero comprar cualquier cosa en un supermercado y comerla (o beberla) en un parque. No solo me saldrá brutalmente más barata, sino que además tendré más seguridad sobre su higiene y su salubridad.
Hace poco me contaba un amigo una anécdota que le había ocurrido mientras estaba quitando los restos de una de esas macrofiestas que hay por toda nuestra geografía durante el verano. Una pareja de Guardia Civiles que estaban por la zona se acercó a ellos y les comentaban que no podían creerse cómo la gente podía comer y beber entre toda aquella basura.
Mientras él me lo contaba yo pensaba que no saben la basura que comen ellos cuando realizando sus rondas van a dar a muchos bares de carretera donde toman su desayuno, su comida o su tentempié.
En un curso de cocina cuyo responsable era un afamado y eficiente cocinero, lo primero que comentó nada mas empezar fue: "yo me quedo asombrado con lo que es capaz de aguantar el organismo humano". Todos se quedaron sorprendidos, sin saber muy bien a qué se refería. Y añadió: "no sabéis lo que come la gente en los bares, lo que le llegan al meter al cuerpo". Contaba que en todos sus años de experiencia, en una cantidad numerosa de restaurantes, nunca, jamás, había visto a los de sanidad por allí, ni ninguna inspección sanitaria. Decía que los lugares más insalubres, peligrosos e infecciosos eran las cocinas de los bares, restaurantes y hoteles. Y contaba que en un bar nunca se tiraba nada, que se cocinaba todo lo que hubiera estuviese pasado o en el estado que fuese.
Seguramente muchos habréis visto esos programas de televisión donde famosos chefs van a restaurantes diversos a tratar de sacarles de su mala situación. En la mayoría -sino en todos- el menú es vomitivo, y las condiciones higiénicas brillan por su ausencia.
Hace unos días, comentándolo con una amiga que es cocinera, me confirmó todo ello. Es más, ella no entra ya en restaurantes ni en bares, y me decía: "lo que yo vi en los sitios en que estuve no se lo creería nadie", desde restaurantes "de cinco estrellas" donde cogían las croquetas que había dejado el últimos comensal y las volvían a echar a la olla "para el siguiente que venga", hasta sitios en donde la cocina se compartía con gatos y antes de dárselo al cliente los felinos probaban el menú.
Pero no hace falta que me lo diga nadie. Yo mismo lo he visto, en el tiempo que estuve trabajando en los disco-bares de mi ciudad. Allí el jefe de camareros llegaba a primera hora de la tarde con unos cuantos kilos de naranjas y limones, y mientras el servicio de limpieza estaba pasando el trapo por la barra, él iba partiendo esas frutas por encima de ella, directamente sobre su superficie de jabón, lejía o lo que fuera. Luego metía los trozos en un cubo y de allí iban cogiendo por la noche las camareras para servir a los clientes. Por cierto que el único cliente que bebía de un vaso limpio era el primero, los sucesivos toda la noche se la pasaban bebiendo de vasos usados y medio aclarados.
Nunca he visto un bar o un restaurante donde las normas de higiene fuera lo principal, y no hablemos ya de los sitios de comida rápida, porque lo que se ve en los burguers o en sitios como telepizza sería para echar a correr. Solo tenéis que preguntarle a cualquiera que haya trabajado en ellos.
Por eso me sorprende que la Guardia Civil proteste de la salubridad de los que comen al aire libre en las fiestas (que por supuesto allí de higiene nada), y los califiquen como a cerdos, cuando ellos comen más o al menos entre similar basura en los restaurantes y bares a los que van. En donde encima, si el dueño tiene un poco de manía a la Benemérita o le han puesto una multa reciente, les escupirá hasta en el café antes de servírselo.
Y no hablemos ya de esas otras personas "de bien", tan recatadas ellas que no se acercan a un pobre o a un mendigo que vean por la calle por temor a que les contagien algo, y que luego las ves en los tugurios más obscenos tomando sus consumiciones en la misma taza en donde un viejito tuberculoso acaba de escupir y sin apenas lavado, o devorando esas tapas refritas de hace dos o tres días y llenas de vapores, gérmenes y gotas de saliva en suspensión de todo el público que durante horas, o largas jornadas de días, han ido pasando por encima.
El cuerpo humano, sí, lo aguanta todo. O al menos aguanta muchísimo.
| Redacción: Bianamaran
No dudo que sea cierto. Lo que si tengo mis dudas es que lo que compramos en un supermercado, no tenga estos problemas. El salami que se vende a granel, lleva abierto a saber cuanto tiempo, de productos manufacturados sabemos sus ingredientes, pero no la higiene que ha tenido, ...
ResponderEliminarCreo que la única forma de asegurarse es hacerlo todo tu mismo, cultivarlo o criarlo, cocinarlo y comerlo. Algo inviable hoy en día.