31.3.17

Estar en el mundo para comer arroz


Cuentan que un misionero, estando realizando su trabajo en China, le preguntó a uno de los ciudadanos de Pekín: "¿Para qué estás en el mundo?" A lo cual le respondió: "Para comer arroz". Entonces miró a otro, y se dirigió a él, preguntándole: "Y tú, ¿qué religión tienes?" "Mi religión" -contestó, acariciando con ambas manos su prominente barriga- "es comer bien y beber bien, y digerir bien y dormir bien". "En tal caso tienes la misma religión que aquellos bueyes que pacen allá abajo en la pradera" -concluyó el misionero. Y entonces el chino se apartó riéndose del bárbaro que había hecho un viaje de cuatro mil leguas para ir a enseñarle a él, todo un habitante del celeste imperio, que el hombre es otra cosa que una bestia, y tiene otro destino que pacer hierba o comer arroz.

El error que consiste en creer que esta vida es la vida, es el más desastroso de todos los errores. ¿Quieres convencerte de ello? Colócate con el pensamiento en la cima de las más altas montañas del globo, y desde allí, recorre con tu vista todas las naciones, y considera lo que ocurre.




El género humano se te presentará cual inmenso hormiguero de pequeños seres, como hormiguitas, que se mueven en todas direcciones, y se agitan y van y vienen; que se cruzan y chocan, y se injurian y se disputan algunas motas de tierra; que pelean unos contra otros, y se matan y se entregan sin tregua ni descanso a mil extravagancias y mil desórdenes.

El mundo, y particularmente Europa, te producirá el efecto de una vasta caldera en ebullición. Verás a los gobernantes agitados en sus elevados puestos, vacilantes, a manera de marineros suspendidos en las vergas durante la tempestad, y a todas horas en peligro de caer. Verás también a los pueblos descontentos, irritados, bramando, buscando ocasión de romper lo que llaman sus cadenas en la cabeza de los que apellidan sus tiranos, sus mandatarios y sus jefes.

Sigue todavía mirando. Ve ahí cómo vienen, semejantes a las olas embravecidas, revoluciones y más revoluciones, que se suceden con pasmosa rapidez. Esas revoluciones no alteran solamente la superficie de las cosas, sino que revelan también las profundidades. La mayor parte no son ya políticas y dinásticas, sino sociales. Son la sustitución, no de personas a personas, no de formas de gobierno a otras formas de gobierno; sino la sustitución de principios a principios, poner arriba lo que según las leyes eternas debe estar abajo, y poner abajo lo que debe estar encima; son el desorden en principio y el caos en realidad.


Fíjate ahora un poco más. Antes, durante y después de estas revoluciones, vienen calamidades, guerras, ruinas, sangre, iniquidades monstruosas, divisiones y odios, que arman a los pueblos contra los pueblos, provincias contra provincias, familias contra familias, ciudadanos contra ciudadanos, y convierten la existencia en un largo suplicio. Inseguramente restablecido el orden material, continúa el descontento fermentando en las almas, se organizan las conspiraciones, y pronto nuevas catástrofes vienen a destruir el frágil edificio levantado sobre antiguas ruinas. Nada hay que calme esa agitación febril, y hoy menos que nunca nada puede aplacar esa necesidad incomprensible de trastornos.

He ahí en sus rasgos principales el triste panorama de que serás testigo.


Aparte de modificaciones serias de los tiempos actuales, igual espectáculo se ha visto en todos los siglos. ¿Qué misterio es éste? Para descubrirlo se necesita sondear la naturaleza íntima del hombre. En las últimas profundidades de su corazón se encuentra la causa de lo que vemos. De su corazón digo, y no de su entendimiento ni de su imaginación, porque en el hombre el corazón es el rey, la inteligencia es su intendente, el juicio su consejero, los sentidos sus criados. De aquí lo que está escrito: "Guarda tu corazón con el mayor cuidado, porque de él procede la vida". Y en otra parte: "Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias".

Dame la mano, y precedidos de la antorcha de la fe, descendamos a este abismo tenebroso del corazón humano. En él viven tres bestias voraces, llamadas las tres concupiscencias, a las cuales se atribuyen, no sin razón, todos los desastres del mundo. Y sin embargo, ellas no son más que causas segundas; el impulso les viene de una causa superior y más oculta.


¿Cuál es esta causa?, -te preguntarás-. El amor de la vida. El amor de la vida, pero amor desencaminado; en otros términos: el gran error que perseguimos en sus últimas trincheras. Para convencerse de esta verdad capital, como de la existencia del sol, comprendamos al hombre, y comprendámosle bien.

El hombre ama la vida. Es el más precioso de los bienes, es su ser: fuera de la vida, la nada. El hombre, pues, ama la vida con el mismo amor que a sí mismo. La ama esencialmente, apasionadamente, invenciblemente, y en todas partes. ¿Por qué se ama al niño? Porque es la vida que viene. ¿Por qué se respeta al anciano? Porque es la vida que se va. ¿Por qué se experimenta cierto sentimiento de religiosa curiosidad a vista de vetustas ruinas? Porque son la vida que pasó por allí.


El hombre no ama más que la vida. Examínale de cerca, en ti mismo y en los otros; analiza sus instintos, escudriña los últimos pliegues de su corazón, estudia su existencia en todos sus detalles. Si bebe, si come, si duerme, si vela, si trabaja, si llora, si goza, es por amor de la vida. A conservarla y desarrollarla se ordenan, sin excepción y en todas las edades, sus instintos, pensamientos, afecciones, palabras, privaciones y temores; sus deseos, sus actos, sus virtudes, y hasta sus crímenes.

Si el hombre, tal cual es, llega a persuadirse que esta vida es la vida, toda la vida, semejante error le pone loco, y loco furioso. "Ya que es corta, sea buena" -dice él-, "puesto que la vida presente es toda la vida, a vivir, a vivir plenamente, constantemente, por todos los medios posibles: ésta es la ley de mi existencia. Vivir es gozar; gozar es hacer uso de todos mis sentimientos y facultades, sin reservas y sin temor".


Y en esto es lógico. Por eso semejante razonamiento se encuentra en todos los siglos, en la boca y en los actos de todos los mártires del gran error. Los del Occidente decían: "No pedimos más que dos cosas: pan y placeres". "Panem et circenses" ("pan y circo"). Los del Oriente, en el extravío de sus pensamientos, se expresaban de este modo: "Corto y enojoso es el tiempo de nuestra vida. El hombre no tiene nada que esperar más allá de la tumba. Salidos de la nada, a ella volveremos, y seremos como si no hubiéramos existido. Nuestro nombre caerá en olvido, y no quedará memoria de nuestras acciones entre los hombres".

El error más radical, el más cruel, el más desastroso y desgraciadamente el más extendido en nuestros días, es crer que la vida de acá abajo es la verdadera vida. He ahí el Goliath contra quien tienen que combatir todo hombre y toda mujer que vienen a este mundo. Esa lucha será de todos los días y de todas las horas. Para sostenerla hay que emplear todas las armas posibles dedicando toda la energía de nuestras potencias, tu razón, tu fe, tu voluntad. Tu intelecto.

Le llamo "el error más radical" porque es el primero. Mientras en los otros errores no se incurre sino adelantando en edad, éste tiende a apoderarse del hombre desde la infancia. La razón medio desarrollada, envuelta en los sentidos como el cuerpo en el vestido, no conoce durante los primeros años otra vida que ésta. Para desengañarla, o si os parece mejor, para ilustrarla, se necesita de tiempo y de muchos cuidados.

Radical. A diferencia de otros errores, que no recaen en general sino sobre algunos puntos particulares, o no afectan, digámoslo así, más que a la superficie del alma, éste ataca al hombre en lo más íntimo de su ser, en la noción misma de la vida, y atacándole así le fascina. Los engañosos encantos desorientan la razón, desorientan la voluntad, desorientan el corazón, falsean toda la existencia y acaban por atraer a su víctima al tragadero de la antigua serpiente.


Más allá de esta vida no ven nada; más allá de los negocios de esta vida, nada; más allá de las ocupaciones de esta vida, nada; más allá de los bienes y los males, de las alegrías y las penas de esta vida, nada, absolutamente nada. Para ellos todo se encierra en los estrechos límites del tiempo: que se haga la prueba de hablarles de otra vida, de otros intereses, de otros bienes y otros males; como una gallina hipnotizada, no ven nada ni entienden nada: van y van y siguen yendo por el camino a que los atrae la engañosa fascinación.

¿Quieres convencerte de ello por ti mismo? Fíjate en su vida, observa sus aptitudes, conoce sus preocupaciones, sus temores, sus ambiciones, sus dolores. Lee sus diarios, sus libros, sus discursos; escucha sus conversaciones íntimas. Diez, veinte y cien veces que renueves la prueba, a todas horas y en todas las circunstancias te dará el mismo resultado. Fascinación, fascinación de las bagatelas, que no los deja ver los bienes y los males reales, y menos el abismo a que se dirigen. ¡Desdichados! ¡Y caen por miles cada día!

6 comentarios :

  1. no creo que la falta de fe en otra vida, resumiendo la idea, sea la causa de los problemas del hombre, en líneas generales digo, porque hay mucha gente que sí cree y sin embargo hace las cosas mal e incluso peores que quienes no tienen fé. Es más, usualmente los ateos son mejores personas que los "creyentes" por resumirlo así. Si te gustan las referencias bíblicas, Satán o el propio Judas eran creyentes, jamás dudaron de "la otra vida".

    Tengo un pensamiento más simple o menos metafísico al respecto pero sería muy largo explicarlo y darle el contexto. Para mi la cosa para por la moral, a mi entender una construcción social mucho más interesante, contundente, práctica y demostrable que la fe en un más allá y sus implicancias diversas, incluso las religiosas. Si querés una prueba de que es más importante la moral que la fe, más en estos tiempos de derrumbe cultural y de costumbres, de egoísmos hechos piedras en el alma, de imbecilidad campante, reinante y hasta de moda excluyente, si hablás con el imbécil promedio de religiosidad, más allá y cosas así, te dirá que si o que no, que cree o no, etc. Pero hablale de moral y se te reirá en la cara, y se irá pensando que el imbécil sos vos.

    Hoy referirse a la moral es el gran tema tabú. Podrás hablar públicamente de si te gusta tener sexo con una muñequita de animé, de que te metiste una botella en el ano, de que vas a orgías con su señora esposa, de la muerte, el asesinato, el sadomasoquismo, el suicidio... pero no hables de moral. Te dirán que no sos nadie para eso. Te adjuricarán faltas morales que jamás cometiste, y ni te digo si asegurás no haber mentido nunca o que nunca le fuiste infiel a tu pareja. Nadie te creerá. Pero a su vez ambas construcciones, lo que vos llamas el convencimiento de otra vida y la moral, son primas digamos. Ambas están para ser el faro de una vida más útil y dignificante, para uno y los demás.

    También se emparentan en que en definitiva son cosas profundamente íntimas y como tales no tienen valor para la masa de imbéciles que son mayoría, enloquecidos por la naturaleza de esa estúpida concepción del ser y existir. Está lleno de esclavos y como sus naturalezas les indican buscan un amo que les diga qué hacer, cómo vivir, qué gustarles, quién es el enemigo, a quién hay que matar, qué pensar, como tener sexo y hasta cómo morir. De a poco los poderosos van lavando la cabeza y el Estado va siendo el Dios que adoran y al que se someten.

    El nuevo Orden se impone desintegrando el mundo íntimo, la imaginación, la fe en algo que no sea simbólicamente tangible y prostituíble. Alabar al distinto es el modo de asimilarlo, transformándolo en un cachorrito que sólo buscaba un poco de atención para sentirse protegido. Imagina que te conviertes en un predicador religioso digamos, de la fe, Dios y temas añadidos. Tendrás seguidores y cosas así. Pero ponete a hablar de moral. Te vas a quedar solo en el medio de la plaza. Y tendrás suerte de que no te maten, encarcelen por injurias y que todo el mundo se sienta acusado, señalado y condenado. Y como tal se formará la turba que te asesinará sin piedad ninguna.

    A lo que voy es que el revolucionario, el verdadero, el que no hará dar la vuelta de 360 grados como suelen hacer los revolucionarios clásicos para que todo siga como está, pasará por un neo concepto de la moral, aggiornado digamos a estos tiempos de fetichismos que le han ganado al amor, de humillaciones que demuelen el cariño y respeto más básico, en los que gritar es más válido, atendible y entendible que esgrimir un razonamiento lógico de ideales y princpios.

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  2. dicho de otro modo, si existe un más allá, otra vida en la forma que fuere o demás, creo que no debería ser el denominador común para un cambio en general de la sociedad y la forma de vivir que tenemos. No me parece sería el factótum, sino la moral. En lo personal he intentado siempre que mi volátil fe, por llamarla así de un "mundo superior" no incida en mis actos ni ideas. En algunas ocasiones he dejado volar la imaginación y vivir como si realmente fuera así, que existe esa otra vida, otros planos de existencia y demás. Obviamente me dio tranquilidad, o cierta digamos. Una paz mágica podría decirse. Pero en sí no cambiaba mi naturaleza "humana" ni mi actitud hacia los demás ni mis ideales o concepción de lo que está bien o mal para mí y los demás. Si existe un "cielo" bienvenido sea en su momento si me lo merezco. Y si no lo merezco por no vivir pensando en mi vida terrena todo el tiempo en ello realmente no lo quiero, me iré al "Infierno" sin lamentos. Peor que esta jaula superpoblada de monos enloquecidos no puede ser.

    Y con respecto a la religión me pasa algo bastante visceral. No puedo escuchar a nadie hablar "en nombre de Dios" Por ejemplo hace unas semanas fui a un casamiento por iglesia y me dieron ganas de patearle la cabeza al cura mientras daba su discurso. Considero una falta de respeto a mi persona, a Dios y lo más sutil el hablar en nombre suyo. Es decir, percibo como un engreimiento humano el hablar "en nombre de Dios". Quién carajos es un tipo por haber estado metido en un seminario x tiempo para hablar en nombre de Dios? Yendo a una explicación más humana quién es alguien porque estudió sólo lo que unos libros decían para analizar mi mente, llámasele psicólogo, y afirmar que estoy enfermo o no?

    He leído más libros que varios sacerdotes católicos juntos, más de psicología que promociones enteras de psicólogos juntos y por lo menos tengo el conocimiento adquirido de saber lo que no sé, y para no argumentar como ciertas cosas que no puedo demostrar dialécticamente. Y lo bueno que queda de tantas lecturas, pensamientos y debates internos, es que el camino del conocimiento y la verdad, la razón, lo sutil, está en la búsqueda, en la duda, en el infinito no sé, que no hay que confundir con el no sé pero me alcanza con lo que sé y soy mejor y menos utópico que vos y por eso me merezco lo que vos tenés, que seas mi esclavo y andá a laburar por tres pesos que quiero cambiar el auto, y creete mi mentira porque con eso gano plata y sufrí que así me siento menos infeliz yo.

    Y quien es el dueño de la moral? No lo sé, pero seguro que los militantes de meterse la botella en el ano, en los de que tienen como máximo "negocios son negocios" para estafar a su propia madre si es necesario, en el "si no lo hacía yo igual lo hacía otro, no me juzguéis" etc, estos no. Tampoco los de "confiad en mi vuestro dinero que los haré salvos" pero no te muestran sus cuentas en suiza tampoco lo son.

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  3. Si esa "fe" que dices sentías, o tenías, no cambiaba nada ni involucraba nada, entonces era una fe un poco "de juguete", Arcano... ¿no crees? :)

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  4. tal vez no me expresé bien. Releí y me parece que fui claro pero tal vez no lo suficiente, al menos no para vos O tal vez eres de los que están convencidos de que "la fe es lo que nos hará salvos". Si es esto último no estoy de acuerdo en ese principio. Ni siquiera con esa traducción. Leí la biblia de punta a punta y le di mi propia interpretación, sin dejar de tener en cuenta, como escritor que soy, que la traducción del arameo o hebreo antiguo sin dudas no puede ser muy exacta, como nunca lo son las traducciones. Si sabés algo de idiomas buscá algun texto traducido en distintos idiomasy verás cómo cambia el sentido con cada cual, por más buenas que sean. Sumale a cómo cambia el idioma a través de los tiempos y el significado de las palabras. Como muestre nomás, en hebreo antiguo "amar" y "conocer" eran sinónimos. Cambiá algún pasaje de la biblia donde está una palabra por la otra y divertite un rato :)

    Harto de confundirme con textos religiosos con profunda carga simbólica me dediqué a la simbología un buen tiempo. La simbología es mucho más gratificante digamos porque más allá de los idiomas, las culturas y los tiempos, la interpretación de los símbolos es más exacta y lo será para todos siempre.


    Quise decir que esos "lapsus de fe" no me hacían mejor persona en el sentido práctico y no encontraban una explicación del mundo que hiciera cambiar mis actos o tareas. Es más, me parecía que esa fe digamos me daba aún más perlas para darle a los cerdos. O sea como que esa fe paradójicamente me encerraba más en mi mismo, me separaba más de los demás y me hacía aún más incomprensible para el bobo medio que uno trata a diario y con el que debe lidiar. En el fondo soy un político, líder de masas y encantador de serpientes humanas, nada más que no quise ocupar ese lugar en la sociedad. Soy muy simpático, autoritario, decidido, persistente y le caigo bien a todo el mundo. Y toda la vida lidié y me frené para no usar ese poder sin tener bien claro qué debía hacer para por ejemplo, extrapolando un poco y dejando volar la imaginación, no convertirme en un líder que condujera algún tipo de guerra o algo por el estilo, por más que fuera justa.

    No sé si me explico. Vos ves la fe como algo muy íntimo con alcances únicos sobre todo, un alma ingrávida en el mundo material que busca su eternidad o algo así. Yo en cambio le doy un lugar más preponderante en lo en lo social a gran escala partiendo desde el propio individuo que soy. Si bien situás el tema del alma en su contexto lo hacés desde un punto pasivo, o al menos me parece. Yo en cambio lo llevó al hacer en este plano. Vos sos un monje de monasterio algo enojado con el dueño del templo y yo un soldado de las cruzadas que duda de la utilidad de la guerra. A ambos nos preocupa el mundo pero encontramos modos distintos de expresarnos.

    En lo que parece que no estaremos de acuerdo, si debatimos sobre ello, es en algún tipo de medición o evaluación de la fe del otro. A mi este tema no me preocupa porque lo considero algo totalmente íntimo. Es como que me dijeras que tus orgamos son más fuertes e inciden más en tu vida que los míos.

    O sea el mundo íntimo y el hablar de ello, cotejar y evaluar la fe del otro y cosas así son para charlas distendidas, filosóficas, placenteras, de camaradería y muy ricas, pero jamás pueden ser tema para ser usados para divisiones o enfrentamientos de ningún tipo. Eso conduce a las guerras. Por esto también hago incapié en en que el tema más preponderante y por el cual alarmarse es la moral y no la fe.

    Más allá de los fundamentalismos existentes o reflotados actualmente, el nuevo que se está imponiendo es el de la antimoral y amoralidad. Habla de moral y te considerarán peor que los amorales e inmorales, a eso voy.

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  5. La interpretación islámica de sus escrituras de no dibujarás a Dios y si lo haces debo matarte, es parecida al habla de moral y el sistema te matará. Si los políticos no resisten al archivo mejor ni hablar de moral.

    Todo se justifica, si los corruptos son los nuestros lo hicieron por una buena razón, o valió la pena. Esa es la idea central para mí. Si yo fuera Dios a los que dicen eso es a los que mandaría a lo más profundo del infierno. A los generales les preocupa que los soldados cumplan su misión, no si creen que él es un buen tipo. Los generales quieren que los soldados maten y mueran cumpliendo las órdenes dando lo mejor de sí, no cuan fuerte es su amor y convencimiento de la causa o bandera. Si fuiste un buen soldado te darán la medalla por lo que hiciste y no por tu amor por la bandera. Podrás explicar que mataste a 5000 por amor por tu bandera pero si no los hubiera matado por más amor que tuvieras a nadie le importaría, sólo a vos. Capaz moriste anónimamente en el campo de batalla lleno de amor y fuiste el soldado que más la amó, pero te quedaste sin medalla. Qué haría Dios en ese caso con tu alma? Te daría un lugar mejor que al condecorado? Estaban para lo mismo en el lugar de batalla.

    Vos seguramente crees que el soldado muerto y lleno de amor tendrá un lugar mejor que el otro. A mi no me preocupa eso tanto como la guerra en sí, el hecho que estuvieran en guerra, el hecho de que fueron ambos a una guerra, el para qué era la guerra, el si servía, el si estaba justificada, el ir a matar o no, en mi naturaleza de general y demás temas.

    Si o fuera Dios me plantearía si no hay otro Dios mejor que yo para ponerse a cargo del Universo, de si realmente estoy haciendo las cosas bien con los bichitos humanos. :)

    Yo extrapolo permanentemente mi fe o su ausencia, vos lo vivís más indidualmente místico.

    Creo la sabiduría más alta se alcanza cuando uno alcanza a pensar como si no tuviera mente ni yo alguno. Cuando uno deja de existir para ser todas las cosas. Y en esos momentos balbuceantes se acaricia levemente la eternidad y la omnipresencia o como le quieras llamar. Me parece que el tema de la fe personal es la última frontera del yo a derribar en cuanto a la mística.

    Como que para alcanzar la fe suprema hay que dejar de pensar en ella.

    Para disfrutar del sexo no hay que pensar en sexo.

    Para ser un buen soldado no hay que pensar en la industria armamentística.

    Para entrar en el cielo no hay que pensar si a uno lo van a dejar entrar o no.

    Para disfrutar de un Casio no hay que desear un Rolex lamentando no tener el dinero para comprarlo porque ese es precisamente el reloj que queremos.

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  6. La FE es un Don del SEÑOR.

    Este tema me supera, hay veces que no me salen las palabras ante el estremecimiento que siento cuando pienso en el SEÑOR, solo diré que para caminar con el SEÑOR hay que acercarse a él, hay que conocerlo y amarlo cumpliendo sus mandamientos, si te acercas al SEÑOR a través de la Biblia, de la oración…. El SEÑOR DIOS se te revelara limpiando tú corazón y sellando tú frente con el Espíritu Santo.

    No puedo decir nada más, ante la gloria y la Omnipotencia del SEÑOR, mejor que hable él, EL ETERNO:

    1PARTE: https://www.youtube.com/watch?v=Q3s2ejHY1VI

    2 PARTE: https://www.youtube.com/watch?v=jeTODPMCpJY&t=88s

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