1.10.17

Los mastodónticos precios de las ópticas de los Fernández-Vega


En relojería, mundillo que, como muchos sabréis, conozco más o menos bien, existe un concepto llamado "intangible", algo inapreciable, inmaterial, e incluso subjetivo, pero que hace que el precio se eleve muy notoriamente. Para los que no lo hayáis oído nunca o no estéis acostumbrados a este mercado, os lo explicaré muy rápidamente con un ejemplo: imaginaros que adquirís un reloj de una marca un tanto desconocida, con un calibre de contrastada calidad (por ejemplo, un ETA), a un precio de 200 €. Ese mismo calibre y con ese acabado, en una marca de renombre, puede suponer tener que desembolsar 2000 €. Esa cifra que se ha disparado tanto responde a que hemos tenido que pagar "el llevar la marca". El presumir que tenemos esa marca.

Esto, que ocurre muy habitualmente en relojería y, principalmente, en relojería elitista, se extiende a otros objetos y elementos de consumo, incluso he comprobado que se hace extensible hasta el mundo de la óptica que es, junto con los relojes y otros objetos, como la joyería, donde más márgenes de beneficios se pueden obtener.




Cuando a alguien le ocurre algo así -cuando le ocurre sin buscarlo, claro, porque si yo adquiero un Certina sé que la mayor parte del dinero se irá a pagar la marca- se siente un poco desilusionado, o estafado, porque se da cuenta que podría haber pagado un precio mucho menor por el bien adquirido, si no hubiera tenido que pagar esos "intangibles" que no le aportan nada.

Esto lo he sufrido en mis propias carnes con mis últimas gafas.

Una parte de estos enormes márgenes en las ópticas responde a que el llevar gafas es algo necesario y una cuestión de salud y, por ello, se vuelve obligatorio adquirirlas, y también responde a que el mundo de la óptica, aunque poblado de innumerables marcas, está dominado por dos grandes multinacionales que son las que tienen en su poder a casi todas esas marcas, las cuales son Luxottica y Safilo. La primera lleva a su vez una multitud de submarcas que os resultarán bien conocidas: Ray-Ban, Oakley, Persol, etc. Safilo, por su parte, lleva marcas como Smith, Polaroid, o Carrera.

Ya os conté que adquirir unas buenas (y sobre todo duraderas) gafas hoy día es algo muy caro, que uno tiene que estar dispuesto a desembolsar bastante cantidad de dinero y que, por lo tanto, es vital tratar de buscar el mayor equilibrio entre calidad y precio.


Como la calidad es algo tremendamente difícil de encontrar en óptica (sí, hay gafas baratas, pero que no te duran ni dos meses, y lo sé por experiencia), decido acudir a una marca de prestigio y que conozco bien y que, además, es uno de los pocos fabricantes de gran calidad que no forma parte de esas dos multinacionales que os decía antes, y esta marca es Silhouette.

Esta multinacional tiene numerosos modelos, pero no es nada fácil encontrarlos en tienda en España, de manera que tras buscar, compruebo por su web que en mi región el representante es una óptica cuyo nombre es Óptica Principal. Estas ópticas, aunque son una cadena de tiendas, no son muy conocidas fuera de la región, pero seguramente os sonará su procedencia, y es que tras su nombre se encuentra una de las generaciones de ópticos más famosas de España, el Instituto Fernández-Vega. Su hija, Maite Fernández-Vega Sanz , fue la que se decidió entrar en el mundo de la óptica abriendo esas tiendas de Óptica Principal, seguramente para aprovecharse (algo totalmente lícito, por supuesto) de las prescripciones de gafas y servicios ópticos del apellido familiar. Tanto es así que precisamente en la misma calle donde está la sede central del Instituto Fernández-Vega (un complejo hospitalario privado de alta alcurnia y elitista) se encuentra, a la salida del mismo, una de sus ópticas (la calle que lleva el mismo nombre de Fernández-Vega, puesto que es una calle dedicada a ellos). Probablemente para que, al salir los pacientes de consulta, puedan adquirir allí al lado sus gafas de prescripción y así "todo quede en casa".


No tengo nada en contra de ello, repito, y que la hija de los Vega se aproveche del buen nombre de su familia de oftalmólogos es totalmente lícito y cada uno es libre de ir a esa óptica, o de ir a otra, y supongo que en el hospital privado y consulta que tienen los Vega no obligarán a nadie a adquirir sus gafas en "sus" tiendas (digo "supongo" porque nunca he ido, ya que los precios de sus consultas están muy lejos de mis posibilidades).

Ahora bien, lo que no me esperaba es que en las ópticas de ellos se siguiera el elitista patrón de la consulta privada del Instituto Fernández-Vega.

Insisto en decir, para que nadie se lleve a engaño, que yo nunca visité ni fui a los que aquí se conocen popularmente como "los Vega", por la simple razón de que, como he dicho, son unos oftalmólogos "de la clase alta" y pasar con ellos consulta es carísimo, con unos precios solo accesibles a unos pocos adinerados. De hecho, en el pueblo iban las familias más ricas a mirarse la vista con ellos, y era común escuchar la coletilla de "esos fueron a los Vega", en clara alusión de la exclusividad de ese tipo de médicos privados.


He de confesar que todo esto lo ignoraba, y cuando acudí a la Óptica Principal a preguntar por mis gafas, ni por asomo me imaginaba que estaba yendo a una óptica de la familia de los Fernández-Vega porque, de saberlo, lo habría tenido en cuenta y estaría más alerta respecto a sus inflados sobreprecios.

Lo primero que me llamó la atención es que la chica de la Óptica Principal desconocía la gama de Silhouette. Por supuesto, no estoy diciendo que tenga que conocer sus gafas modelo por modelo, pero su desconocimiento era tal que me me pidió información a vistas de que yo "sí conocía la marca". Quedó en llamarme para consultar modelos con el distribuidor, y tras cansarme de esperar, decido acudir a otra de las tiendas de Óptica Principal para ver qué estaba ocurriendo. Allí me vuelven a decir lo mismo, que no tienen ese modelo, pero me dan una solución: pedirlo al distribuidor a cambio de que me comprometa a adquirirlo y, para ello, me piden una porción del pago por adelantado. Me parece increíble que un representante que dice llevar una marca de gafas, no solo no tengan sus modelos, sino que encima no puedas probarlo y te obliguen a comprarlo sin probar las gafas y sin saber si te van a quedar bien o no, o a gustar o no. Ante semejante alternativa, y como no quería el riesgo de tirar un par de cientos de euros en unas gafas que igual luego no me iban a servir, decido cambiar de marca y elegir unas Smith, que no eran mi primera opción, pero que sí tenían en tienda.


Tras esta aventura con la montura, me quedaba otra: los cristales. Según tenía entendido -y así creía- los cristales en la Unión Europea tienen que contar todos, sean de gafas de sol o de prescripción, con filtro contra las radiaciones ultravioleta (el filtro UV o, como se les conoce técnicamente, UVA y UVB). Pues no, señores, y cuidado, porque en las ópticas de los Fernández-Vega esto no es así. De hecho una de las que atendía en su óptica no sabía ni lo que era un filtro UVA ("¿a qué le llamas tú filtro UV?", tuve que explicárselo, aunque parezca mentira), y al parecer si quieres ese filtro, tienes que pedirlo específicamente en la óptica. Vale, lo hice, y además les pedí unos cristales con tecnología fotocromática (se oscurecen con luz). Le digo que quiero de nivel como máximo hasta el 2 (existen hasta tres niveles), según la chica, en el laboratorio con el que trabajan los Vega no pueden hacerlo, tienen que ser todos obligatoriamente hasta el 3 porque son incapaces de ofrecer niveles personalizados. No quiero tanto oscurecimiento, pero bueno, lo decido poner igualmente, hasta que le pregunto lo que me costará. Más de 170 € si quieres fotocromático. Me quedo helado. Con todo ello, las gafas se disparan ahora casi a los 400 €.

Sé que la tecnología fotocromática es cara, pero conozco gente que las lleva desde hace años, y no pagaron tanto. Obviamente, yo estaba pagando -sin saberlo- el acudir a los Vega. Pero parece mentira que teniendo una cadena de ópticas y proveniente su dueña de semejante familia de médicos oftalmólogos, tenga empleadas (son todas chicas) que no sepan lo que es un cristal con protección UVA. Me pregunto si ocurrirá lo mismo en su centro médico tan elitista.


Decido entonces dejar la tecnología fotocromática y no ponérsela, y le pido que en su lugar me ponga el filtro de luz azul (un tipo de filtro que protege de las radiaciones artificiales de pantallas y dispositivos modernos). Lo mira, y me dice que por ese filtro me cobrarán casi 130 €. No salgo de mi asombro. ¿Por un simple filtro de luz azul, 130 €? Le cuento entonces que en las gafas de seguridad que poseo (las Bollé, que probamos aquí) tienen ese filtro y que cuestan 8 €, que cómo ellos lo ponen a ese precio tan desorbitado. Me echa un discurso sobre que sus cristales no son de mercadillo, que pasan controles médicos muy caros, etc., etc. Supongo que esos controles solo los pasan en su laboratorio, y en el resto de ópticas no, porque sino no se explica. No quiero discutir y le digo que vale, que las encargue sólo con el filtro UV.

De hecho, y para no encarecer más aún los cristales decido no pedirlos con tratamiento antirreflejos (muy aconsejable para ver en ambientes nocturnos u oscuros, y para conducir), ni con tratamiento anti-vaho, ni endurecedor (una opción de los cristales de policarbonato que los hace casi tan resistentes como los minerales) ni repelente a la lluvia (un tratamiento exterior del cristal que hace que las gotas de agua deslicen, y no se queden "pegadas" a los cristales y, de esta manera, podamos usarlas aunque esté lloviendo). Decido no pedir nada, NADA, excepto el UV.

Suena esperpéntico, pero es que resulta que luego, cuando voy a recogerlos, veo que los cristales no incorporan la obligatoria pegatina (o etiqueta, que tambien puede haber) que debe informar del tipo de tratamiento UV que han recibido (y que, con un número, indica su nivel de protección), y de su referencia (numeración obligatoria que indica que cumplen la normativa europea para ser usadas). La que me atiende me asegura que eso no tiene importancia y que no solo son anti-UV, sino que además son de policarbonato, (como los había pedido, porque la curvatura se nota menos y el cristal es menos pesado), a pesar de que en la etiqueta de compra me pone: "cristal orgánico". Decido darle el beneficio de la duda porque, aunque no sean lo mismo, algunas veces se llama cristal orgánico al cristal de de policarbonato, aunque en realidad sean diferentes. Pero si su laboratorio le llama orgánico a un policarbonato no se qué es peor, porque eso indicaría que no saben distinguirlos, algo muy grave en un laboratorio de óptica. No obstante, como veis, mucho decir que son cristales bajo estricto control médico y que por eso son tan caros, y no cumplen ellos mismos la reglamentación poniéndoles el etiquetado obligatorio que deberían llevar.


Así estaba hasta que ayer, hablando con una amiga y contándole mis deseos de haber añadido a los cristales el filtro de luz azul, y lo caro que era, ella me responde que es muy raro, y me dice que en su óptica, cuando fue a pedir sus gafas, pidió los cristales con ese tipo de tecnología, y por la que le cobraron solo 30 €. Como veis, me siento un poco cabreado, y bastante estafado por los Fernández-Vega (o más bien, y para ser exactos, por la "elitista" Óptica Principal de la familia). Yo sabía que ese filtro no era caro (de hecho cuando me informé para las gafas de Bollé, vi que solía costar en torno a los 20 €, y así lo puse en el reportaje). Por mucho control médico y oftalmológico que pase, la diferencia de los 20 € a los 130 € es abismal, y más que la calidad me da a mí que lo que yo estaba pagando era ese "bien intangible" que decía al principio de poder decir que adquirí unas gafas a los Vega. Una experiencia nada gratificante y que, por supuesto, no pienso volver a repetir, y que aconsejo a navegantes el cuidado que tengan antes de acudir a estas tiendas y ópticas (y ópticos) de renombre, que solo tienen eso: el nombre. Porque pagar tantísima diferencia por el mismo producto no es que sea de estúpidos, es que además es tirar el dinero tontamente en un servicio (el de las ópticas) que ya de por sí es muy caro.

Mi problema fue el no estar informado, y el no saber es, como se suele decir -y mas aún en este caso -como el no ver. Confío en que este post haga que otros no pasen por lo mismo y sí puedan, al menos, estar informados, y luego decidir a qué óptica quieren acudir con conocimiento de causa. Y por lo menos, si pagan mucho más por el mismo producto, que lo sepan, y que se aseguren también que sus cristales cumplen la normativa vigente y son seguros.

| Redacción: GacetaIlustrada.com / GacetaIlustrada.blogspot.com

6 comentarios :

  1. Una de las claves del éxito de los grandes grupos, es la distribución a todos los lugares, que yo también he notado que Silhouette no hace bien.

    Lo que comentas de tu experiencia, dice muchas cosas útiles para que más personas no caigan en ese error:
    - Dependientes, en este caso dependienta, que no conocen su trabajo. No saber quien es Silhouette, es como estar en un concesionario de Seat, y no saber que existe Renault.
    - Falta de seriedad en la tienda, quedan en llamarte y no lo hacen. Para eso mejor cumplir, y que digan que llames tu en unos días.
    - El precio exagerado, espero que ayude a la gente a no caer en estos negocios. Además de incompetentes, caros.

    Es graciosa la frase de "¿a qué le llamas tú filtro UV?", como si fuera algo que tu te has inventado. En fin...

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  2. Sí, y añadiré que no las mejores ópticas, ni las más caras ni las más nombradas o famosas, son las mejores.

    Lo de Silhouette no tiene nombre, me refiero a su total falta de interés por sus productos, que ciertamente no es culpa del fabricante, la culpa hay que achacársela al distribuidor español, una filial en Barcelona con la que me puse en contacto y que simplemente dieron la callada por respuesta y, como bien dice el refrán, quien calla otorga.

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  3. Es verdad, no siempre las ópticas más caras son las mejores. Son intangibles como bien apuntábais.

    Pues el distribuidor, otro que tal. Aunque bueno, la marca también tiene culpa, por no controlarlo, y no escoger otro. Me viene a la mente cuando era Flamagas quien distribuía Casio, o el anterior de Citizen.

    Hasta que claro, al final reaccionaron, y la cosa se arregló. Esperemos que en este caso, ocurra lo mismo. Seguro que este artículo, aporta un granito de arena más.

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  4. Creo, la verdad, que el problema real fue que no quisiste objetar e irte a otra tienda. En todo el post, se ve que si sabias lo estupidamente caros de los precios, y aun así, quisiste seguir en esa tienda.

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  5. Daniel, si has leído todo el artículo hasta el final, te doy las gracias. Ahora bien, si lo has hecho, habrás leído que no hay otra tienda, ellos son los representantes.

    Y no, creo que me supones una inteligencia que no tengo: honestamente no lo sabía. Obviamente lo del filtro de luz azul sí lo sabía, porque lo investigué, pero si una profesional te dice que en óptica esos precios son así, la crees. Luego, como he contado, de primera mano he visto que no era de esa forma.

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  6. Por cierto, que también he comprobado eso que te cuento de que ellos son los únicos "representantes", porque además de ponerlo en la web oficial de la marca, lo constaté preguntando en otras ópticas.

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