Viejo en un reloj de cuerda,
viejo como una espiral,
viejo con movimiento pausado,
viejo como un carcamal.
Viejo y sin afeitar, desaliñado,
dormido vahído,
aturdido,
vagando en su esfera
latido a latido
en marcha triunfal.
Sombras de noches que fueron,
con marcas que días sufrieron,
historias a brazo partido
contadas a ritmo espectral.
Ecos de voces que hicieron
en sus susurros sumidos
el tren de engranajes rotar.
Es un rumor del pasado,
un gélido sonido encerrado
en la esfera de su duro cristal.
Y por eso no puedo soltar de mi mano,
en mi muñeca apretado,
el reloj de pesado metal.
Por él tras mi tiempo haber traspasado,
y entre sus junturas haber colocado,
mi propia historia detrás,
quedará mi tesón cobijado,
lo que hice con mi tiempo prestado,
para el próximo que lo ha de heredar.
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