La UCI ya ha dado su visto bueno para que a partir de esta temporada todos los equipos profesionales que lo deseen puedan montar las bicis de competición con frenos de disco. El debate de los frenos de disco y de los cambios digitales sin cables lleva años pululando sin parar por las páginas especializadas en ciclismo. No son pocas las personas que, como suele ocurrir, están en su contra, y aunque tampoco sean objeto de mi devoción tanto los cambios wireless y los frenos de disco son una tecnología ya imparable.
El principal problema que yo le veo es que esas tecnologías, que han venido para quedarse, no lo olvidemos, son un claro ejemplo de elementos que no aportan nada, y que en el fondo es solamente montarlas y llevarlas "porque hay que hacerlo", por llevar lo último y punto. Porque la tecnología lo permite y está, pero no realmente porque sean notablemente mejores que la antigua tecnología mecánica.
Si en sus tiempos los cambios sincronizados o sistemas como el SIS acabaron imponiéndose, y nadie los discutió, porque las ventajas intrínsecas de ellos eran obvias, no está tan claro que los cambios digitales vayan a aportar mucha mas mejoría. Es cierto que tienen la enorme ventaja de evitarnos el engorro de andar todo el día con el sistema de cableado, tensar, retensar, ajustar, verificar, engrasar, limpiar, volver a engrasar, sustituir y un largo etcétera, pero aparte de eso no le veo muchas más ventajas.
Tampoco es cuestión de obcecarse, ni hacer como en los noventa cuando empezó a introducirse el casco, y en donde muchos ciclistas -sobre todo veteranos -ponían el grito en el cielo porque aducían que molestaba mucho y que una caída no te la evitaba. En el recuerdo de todos tenemos aquellas chichoneras que muchos ciclistas usaban para burlar la normativa, o para siempre quedará grabado en la memoria los descensos vertiginosos en los Alpes con Induráin bajando encima de la bicicleta protegido únicamente con la gorra del Banesto. Lo que hoy consideramos una temeridad, y la UCI tuvo que poner un poco de orden y obligar a todo el mundo a ponerse un casco homologado, incluso en las subidas, porque en las subidas también puedes caerte y con consecuencias muy graves (que me lo digan a mí...).
En la actualidad conviven dos sistemas de frenos de disco: el mecánico, que nadie los quiere porque tiene lo peor de los dos mundos al funcionar con un sistema de cableado, y el hidráulico, que funcionan como el sistema clásico de frenado mediante circuito presurizado como tienen las motos y los coches.
Los discos de freno tienen dos virtudes principales: una potencia de frenada mayor, y son menos propensos a que las condiciones ambientales (lluvia, calor...) o del terreno (barro, polvo...) les afecte. Por eso desde hace muchos años se han ido imponiendo en el mundo del MTB, en el cual tienen unas grandes prestaciones.
Sin embargo poseen muchas desventajas, y para un usuario no profesional de la bicicleta no le compensa. Entre las desventajas está el mantenimiento, en donde el circuito ha de ser purgado por un profesional o, por lo menos, por personal experto y con herramientas -en muchos casos- específicas de la marca, y sustituido por un líquido especial altamente tóxico que hay que llevar a un punto limpio -pero nadie lo hace-. Eso sin hacer mención al complejo momento de revisar y cambiar el importante sistema de tuberías.
Además, los frenos de disco son sistemas mucho más pesados que los tradicionales Cantilever o V-brake, los cuales son mucho más sufridos, los puedes ajustar sin tanta paranoia en la exactitud y, además, son más baratos tanto de mantener como de sustituir. Sólo unas zapatas muy de vez en cuando, algún que otro cable de freno barato, y andando.
Lo malo es que a día de hoy es muy difícil encontrar buenas bicicletas con frenos V-brake, y si quieres una bici con ese sistema la única solución que te queda es comprar un cuadro específico y montarla tú de cero (lo cual es carísimo, porque además se requieren herramientas especiales de taller, que son muy caras), o como yo suelo hacer: comprar un modelo de bici con un buen cuadro hecho para V-brake, e ir actualizándola con mejores componentes. Así consigues una buena bici con frenos que no sean de disco, porque en la gama medio-alta ya todas las MTB montan discos.
Otra desventaja es que, al igual que ocurre con las horquillas (casi ya no hay bicicletas sin suspensión delantera), cada vez hay menos fabricantes que hacen MTBs con V-brakes.
Mucho me temo que con los cambios digitales acabará pasando lo mismo, y que veremos en unos cuantos años cómo el mercado se llena de bicis con esta tecnología. Por desgracia el sistema de cambios digitales actual es muy desastroso: ¿Y si te quedas sin batería en mitad de la nada? No solo eso, ya estoy temiendo cómo algunas personas comprarán sus dispositivos de cambio, y la batería, según el uso, dirá basta en mas o menos tiempo. Cuando acudan a la tienda se encontrarán con que no pueden sustituir la batería porque ese modelo ya no existe o no se actualiza, y tendrán que hacer frente a otro gasto para instalar de nuevo otros componentes. Obviamente para los fabricantes será el paraíso: en lugar de cambiar un simple cable, como ahora, la gente tendrá que cambiar una batería más cara o todo el equipo. Los beneficiados serán, por tanto, para ellos.
No obstante esto ya es imparable, tendremos que hacer frente, querámoslo o no, a la problemática de rebuscar un modelo de bicicleta lo más fácil de mantener, o arriesgarnos con lo último que haya en el mercado. Como siempre, será cuestión de dinero: del dinero que estemos dispuestos a gastar en la vida diaria y mantenimiento de una bici, o cuánto podremos gastar en ella. Hoy todo depende de un enchufe para funcionar, y quieren que en las bicis también sea así. Que no cuenten conmigo.
| Redacción: Bianamaran
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