No se si os ha llegado a pasar, pero muchas veces cuando tengo que realizar gestiones con la Administración me pregunto cómo habría sido todo eso antes del "imperio de los ordenadores", antes de que programadores pensantes diseñaran y escribieran aplicaciones "inteligentes" y las conectaran unas a otras "para facilitarnos la vida". ¿O no? Por eso he puesto esa pregunta al final del titular, porque a veces tengo la sensación de que todo esta "sofisticación tecnológica" va en nuestra contra en lugar de estar -como debería ser- a nuestro favor.
Por fortuna tengo experiencia para comparar, por dos razones principales: una de ellas es que he vivido -de pequeño- lo que podría llamarse "los últimos coletazos" de un mundo sin informática, donde todo se hacía a mano, con papeles y, como mucho, con máquinas de escribir (y los omnipresentes papeles carbón, ¿os acordáis?).
La otra es que he trabajado en un almacén de la Administración durante un año, de manera que he podido ver, comprobar, tocar e incluso estudiar documentación, útiles, muebles y recursos varios que utilizaban los funcionarios de los años sesenta, setenta y ochenta, de los inicios de la introducción de la informática con aquellos robustos teclados de Compaq, Siemens Nixdorf o incluso computadoras Olivetti (con las que he trabajado también, por cierto).
Cuando me cambié de nombre, por ejemplo, tuve que ir de un sitio a otro durante una mañana, yendo desde la delegación de la Seguridad Social hasta la Tesorería y viceversa porque tenían mi ficha bloqueada (a saber por qué razones, ni ellos mismos lo sabían) y no podían modificar el registro con mi nombre. No me podía creer como, con todo informatizado y conectado, no se podía realizar esa labor directamente desde la terminal del funcionario tratándose -como era además- del mismo ente administrativo. Es más, lo lógico hubiera sido, tal como ha avanzado todo esto, que al confirmarte el cambio de nombre automáticamente se modificara en todos los registros administrativos, sin tener que uno hacer nada ni ir departamento por departamento, delegación por delegación, solicitando el cambio.
Cuando salí sudoroso y agotado de dar vueltas y cansado de ir de mesa en mesa, pensé en eso: cómo habría sido ese procedimiento antes.
Por gente que lo ha hecho (y por lo que he comentado antes) el funcionario te lo modificaba en el expediente, a mano, incluía la documentación y la enviaba a Madrid. Todo en el mismo sitio. Claro que el cambio de nombre no lo tenías al instante, pero se da la paradoja que yo tampoco lo tuve y tienes que esperar a que te llegue la nueva documentación. Así que ¿qué estamos haciendo? ¿"El indio"? ¿Avanzamos o retrocedemos?
Otro de los momentos que me dio qué pensar en todo esto fue cuando me acerqué para llevar unos documentos administrativos, y ni siquiera pasé de la entrada: tenías que pedir cita por internet, o por teléfono. Puede que sea para nuestro bien (eso dicen) pero inevitablemente mi memoria viajó hacia atrás y recordaba los tiempos en los que para atenderte sólo tenías que pedir "la vez" o, a lo sumo, que te dieran un numerito en la entrada. Y si querías ser de los primeros, solamente tenías que llegar antes. Esto ya no existe hoy.
Pero lo que de verdad ha hecho que esta retorcida manera mía de comparar el pasado sin informática y el hoy una vez más, fue lo que me ocurrió hace unas pocas semanas. Acudí al médico cuando éste, mientras me atendía, observó en el ordenador que en mi historial le había aparecido un aviso (un "flash", lo llaman ellos). Al carecer de ingresos, me habían suspendido el derecho a médico. El sanitario alucinó tanto como yo y lo único que acertó a decir fue: "¿tienen médico los refugiados que vienen, y no vas a tenerlo tú, que eres español?". Tengo que aclarar que yo no tengo nada en contra de los refugiados, demandantes de asilo o inmigrantes, a mí me parece perfecto que lo tengan, pero esas fueron las palabras del doctor. De manera que, cabreado, comenzó a navegar por los menús de la aplicación.
Por fortuna la aplicación que utilizan en mi comunidad autónoma es la misma que tienen en el servicio que gestiona todo el proceso en la Dirección General sanitaria, y pueden hacer lo mismo (ejem...gracias programadores), de manera que desde el consultorio me pudieron desbloquear.
Volví a pensar en qué ocurriría si eso me pasase en los años sesenta o setenta. Bueno, de primeras no habría ocurrido nada, ya sabéis que por aquel entonces médicos y medicinas eran de acceso a todos los españoles y gratuitas (e incluso los servicios odontológicos lo eran), pero si no fuera así, les habrían enviado una notificación, a mí otra, y el médico puede que no me hubiese atendido. Aunque también es posible que ellos pasaran olímpicamente de la notificación, que no la recibieran, o que al irme a pedir cita el funcionario de turno me la diera igualmente, sin ordenadores que "le chiven" si estoy afiliado o no, y con papeles por todos lados.
De manera que gracias, informática. O... ¿O tal vez no?
| Redacción: Bianamaran.LaOcho.com
Por avanzada que sea una tecnología, una mala burocracia es capaz de frenarla en seco.
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