El suicidio es una de las primeras causas de muerte en el mundo moderno, tanto que los expertos ya hablan de cifras que convierten a esta desgracia en epidemia. Incluso existe una especie de pacto para que los medios de comunicación hablen lo menos posible de ello, según argumentan algunos se puede crear el "efecto llamada" y con ello aumentar esas escandalosas cifras aún más.
El "quitarse de enmedio", "acabar con todo y está", "terminar con ésto de un plumazo" es una decisión extrema y perentoria que toman cada vez más personas. Destrozados física y anímicamente por una enfermedad, acuciados por problemas de todo tipo, sin trabajo, sin futuro, con poca (o ninguna) salud, sin poder pagar deudas y/o tratamientos y, encima, dándoles la espalda la sociedad, amigos, vecinos y parientes o familiares más cercanos, muchos se obsesionan tanto que solo ven salida en el suicidio.
La verdad es que, en muchos casos, empieza como algo inocente. Uno comienza a pensar en suicidarse como una alternativa "de broma". Un día, cuando está retorcido de dolores o cuando no ve cómo darle solución y salida a sus graves problemas, piensa: "¿y si me suicido?". Bueno, normalmente tal como viene, ese pensamiento se rechaza. Pero al poco se vuelve más insistente al ver que todo sigue igual y que sufrimos lo mismo o más. Y entonces se pasa al: "¿Y si me suicido? ¡Qué feliz sería!". Luego de pensar dos veces al día en hacerlo, uno pasa a pensar en ello diez, doce, veinte veces... Se convierte en una obsesión, es un pensamiento constante que nos viene en cuanto sentimos el dolor, en cuanto gritamos en la cama o lloramos desesperados en un rincón al vernos sin casa, sin trabajo, con deudas, con problemas familiares, o con gente que nos hace la vida imposible. Las causas (y los motivos) pueden ser de todo tipo. Y en esos momentos el suicidio ya no lo vemos como una solución de locos o de "pirados", sino verdaderamente lo vemos como una solución real, una vía de escape. A veces, llegamos a verla casi como la única solución.
Al principio bueno... Tal vez empezamos a pensar que el suicidio en sí, realmente, no es una solución (no soluciona nada), que es un recurso de cobardes, que es una opción que solo toman los débiles y los que no quieren luchar (aunque realmente para suicidarse débil precisamente no hay que serlo, más bien estar desesperado, que es como muchos están en sus diversas situaciones a los que esta sociedad del interés y del capitalismo y competitividad sin compasión y fieramente les empuja), pero pronto no nos importa ni eso. Acabamos pensando "que piensen lo que quieran, yo lo que quiero es dejar de sufrir", o "lo que quiero es salir de aquí", y cosas similares.
Creo que todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos planteado el suicidio como algo real y en serio, sobre todo cuando nos hemos visto en el límite de nuestra resistencia física o mental (o en ambos). Yo también lo he hecho, aunque a diferencia de algunas personas que conozco no he llegado a hacer intentos porque, principalmente, mi fe me lo impide. Soy cristiano y como tal espero en otra vida mucho mejor, y en esa esperanza, en la que reside todo mi anhelo (ya lo he puesto varias veces en este blog), va incluida mi hermana que ya me espera en la otra vida y a la cual quiero tener de mi mano y alabar juntos al Señor eternamente. Es eso lo que más anhelo, y el suicidio, por tanto, me impediría alcanzarlo.
Pero para los que no tengáis ni siquiera una ilusión o esperanza parecida, voy a relataros una impactante visión que tuve la cual, espero, pueda ayudaros a recapacitar y replantearos la obsesión o el pensamiento (o la idea) del suicidio como alternativa. La pongo públicamente porque confío en que le pueda servir a alguien como me ha servido a mí, o al menos le sea útil para aclarar sus ideas y que a alguna persona, tal vez anónima y desesperada que algún día se pase por este blog y la lea, le valga como señal y como indicación para que piense que sí, que aunque para nadie sea importante y nadie parezca tenerla en cuenta, para el Señor sí es importante. Con que esta visión sirva para ayudar a una de esas personas y aliviarle en sus pesares y penurias, habrá valido ya la pena el esfuerzo de hacerla pública, y el tiempo invertido en ponerla aquí.
Para el resto que no experimentéis -por fortuna- ninguna de esas tentaciones de acabar con vuestras vidas, pues podéis dejar de leer aquí, deseándoos que nunca tengáis que enfrentaros con esa problemática ni tengáis que llegar a esos extremos ni, por supuesto, tengáis que vivirlos de cerca. Para los que sí las sufren y se plantean el suicidio como una posibilidad real, seguid leyendo con mucha atención.
Un día, que me encontraba tendido en la cama rezando el rosario, al acabar tuve en sueños esta visión:
Me encontraba en casa con mi madre y, comiendo algo, de pronto noto que empiezo a sangrar por la boca. Asustado me voy a la habitación y me pongo frente al espejo, y compruebo que en la parte interna de la boca, donde la mejilla derecha, tengo una terrible herida. Lo mas curioso es que esa herida, aunque me escuece, parece estar curada. No obstante es tan profunda que traspasa la carne e incluso se nota la marca por la parte de afuera.
Vuelvo a mirarme y veo asustado que tengo la boca llena de agujeros, pero no en los dientes -que también- sino agujeros supurando y malolientes por todas las encías. Agujeros tan profundos que no se ve su final. Entonces oigo un molesto ruido como de mosquitos, y veo a mi alrededor revoloteando por mi cara a un pequeño insecto. Con horror compruebo que esos agujeros están llenos de esos inmundos bichos, y metiendo el dedo empiezo a escarbar y a sacar más porquería: insectos, gusanos, larvas... Consigo extraer bastantes mosquitos de esos -de aspecto blanquecino-, pero continúo porque los insectos, que ya rodean mi cara, tratan de regresar volando al agujero. Entonces pienso que lo que tengo que hacer es sacar a la reina, y consigo sacar un insecto más grande y blanquecino, que creo que es la reina, pero por desgracia no lo es.
Decepcionado y harto de tanta desgracia, inmundicia y dolor, desesperado corro a la ventana mientras pienso: "esto se acabó". Y me tiro por la ventana rompiendo el cristal y parte de la persiana.
Me veo -y me noto- claramente cayendo, descendiendo sin control y velozmente esperando que el impacto acabe con todo aquel sufrimiento. Sin embargo, me lamento al comprobar que el tendedero de la vecina del segundo retiene mi caída, y me enredo entre sus alambres. Desde el segundo la altura ya no es suficiente para una caída mortal que acabe con mi dolor, de forma que me desenredo de las alambres y salto al piso.
Entonces salto del patio a la calle mientras pienso en otro lugar desde el que arrojarme y asegurar mi muerte, y es entonces cuando caigo en la cuenta de unos puentes -cerca de mi casa- que cruzan una vía rápida. El que está situado más cerca de donde estoy (el de arriba) es más alto, por lo que a él me dirijo.
En el puente hay una especie de mirador, al que se asciende por una puerta interna. Dentro, hay una plataforma como un ascensor que, con un mecanismo de tijera, te eleva hacia lo más alto y permite que se salga al mirador. Quiero arrojarme desde él, puesto que es su lugar más alto y así aseguraría mi muerte inmediata, y allí, que están algunas personas también, se ponen a rezar el rosario. Yo lo rezo con ellos, pero pensando y ocultando mis auténticas intenciones.
Entonces aparecen algunas de las personas que más daño me hacen, que me complican la vida (como si hubieran estado allí esperando que yo tomase esa decisión desde siempre), e intervienen activamente para elevar la plataforma, que se eleva con todos nosotros. Veo que la altura es suficiente y, cuando desciende de nuevo, le pido a una de esas personas que tanto me dañan que me suba a mí solo (para arrojarme y suicidarme, aunque no se lo digo). Esa persona maneja los mandos pero la plataforma no funciona. Entonces, compruebo que en el mecanismo que opera la plataforma, en un panel de mandos situado en un cuadro en la pared, hay un cartel que dice que la plataforma solo funciona durante las horas del día, no por la noche, y en determinado horario. Encima del cartel hay un reloj analógico que marca las horas, y alguien me dice que la plataforma no funciona porque es ya de noche. Entonces le pido a la persona de antes que ponga el reloj a otra hora que no es, de manera artificiosa, a otra hora del día, para engañar a la plataforma y que se eleve. Esa persona mueve las manecillas del reloj y las pone de manera que señalan otra hora, por la mañana. Entonces la plataforma se mueve y yo empiezo a subir a solas hacia lo alto. Cuando llego arriba dudo. Siempre esperaba una señal, algo que me diera esperanza, pero no ocurre nada y, de hecho, ya no espero nada. Todos saben -supongo que lo suponían, a estas alturas- ya de mis intenciones y se preguntan si voy a saltar. Pero entonces me detengo, y recuerdo el reloj. Es como si una voz me dijera que no forzara el tiempo, que jugara limpio. Que lo que había hecho con el reloj era hacer trampa y que esperase a mi tiempo y a mi oportunidad. "Todo tiene su tiempo, espera el tuyo", indicándome que no era yo quien debía decidir cuándo tenía que morir.
Esa verdad me impacta tanto que decido descender en silencio de la plataforma. Mientras regreso junto a los demás, todos los de allí se preguntan por qué no me he tirado, especialmente la gente que tanto me daña, contrariada porque no me haya arrojado al vacío. Una voz pregunta: "¿Qué ha pasado?", y una chica de las presentes -no los que me hacían daño, otra que había rezado el rosario conmigo- le responde: "Tuvo una visión mientras rezaba el rosario", refiriéndose a ésta propia visión. La voz me dice, entonces, dirigiéndose a mí:
"No se puede decir 'palabra de Dios' y, a la vez, 'palabra de Satanás'", dándome a entender que no se puede rezar y orar al Señor y, a la vez, dar oídos a Satanás escuchando sus tentaciones y/o propuestas de suicidio o de dañarme.
Conclusiones:
- aunque parezca que el Señor tarda, espera tu tiempo.
- todos tenemos un tiempo prefijado, no alteres ni hagas trampas con el tuyo queriendo adelantar el reloj o poniéndole una hora que no es.
- no escuches los susurros y vocecitas del mal y de los demonios diciéndote que te quites de enmedio, que estarías mejor si no vivieras, que te quites la vida. Eso es una victoria para ellos, que buscan aniquilarte.
- el Señor nunca falla y si hay gente haciéndote el mal, y dañándote, y si sufres enfermedad, nada ocurre sin que Dios lo permita. Arrójate en sus brazos que son los únicos que pueden sostenerte.
Por cierto, que las agujas del reloj eran retrógradas, indicando que, una vez pasado el recorrido (tomado la decisión en este caso y realizado el acto), no había vuelta atrás y no volvía la aguja en círculo como en un reloj convencional. Son decisiones que tomamos una vez, y son para siempre. Como dice el Santo Cura de Ars, "donde caiga el árbol, ahí quedará tendido". Si vas a quedar ahí para siempre, por tanto, intenta caer del lado bueno. Porque en ese lado te pasarás la eternidad.
| Redacción: Bianamaran.blogspot.com
AMÉN…
ResponderEliminarEl único camino hacia la salvación es la FE en Cristo, la vida sin Cristo no tiene sentido; Nadie está exento de los ataques del Diablo, por eso hay que Orar.
El que quiera escuchar,que escuche: https://www.youtube.com/watch?v=OrX78VQntws
Gracias Apolino
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