Corría el año 2001 cuando mi superior en el departamento de traslados en la Administración regional me sugirió la idea de hacer una especie de centro informático con toda la "basura tecnológica" que teníamos almacenada. En los almacenes había auténticas montañas de viejos PCs 286, 386 y similares, ingentes cantidades de indestructibles teclados Siemens-Nixdorf, monitores, CPUs y filas y filas de manuales de redes. Todos trabajaban, obviamente, con MS-DOS, y mi jefe si le hablabas de comandos creía que era una fuerza militar, así que un día apareció con un disco de Windows 95 en sus manos, procedente del departamento de informática. Y me dijo: "instala ésto".
Me encantaba donde estaba -al menos en ciertas épocas del año- porque, a diferencia de los del departamento de informática, nosotros éramos los primeros en montar los puestos, y los últimos en sacarlos. Es decir, estábamos a un nivel en donde podíamos disfrutar de la informática, sin la problemática de un servicio de asistencia técnica.
Desarmé un viejo PC y lo atiborré con tanta memoria RAM como permitieron sus slots de expansión, y luego le instalé el sistema operativo. Me quedé asombrado en cómo todo aquel material informático funcionaba, y funcionaba muy bien. El problema era que se había quedado obsoleto. Cada pocos meses nos llegaban remesas de novísimos ordenadores e impresoras HP (por aquellos días la Administración solo trabajaba con esa marca), y nos devolvían a nosotros los viejos. Muchas veces pregunté el por qué no se donaba todo aquel material, o se reaprovechaba. Yo había trabajado antes con ONGs y sabía que muchas de ellas se volverían locas de contentas si se les donaba ese material informático que en los almacenes no solo acumulaba polvo, sino que se acababa estropeando por los constantes vaivenes, idas y venidas, golpes, y por muchos de nuestros "juegos" escalando, materialmente, montañas de monitores y diverso material de electrónica, que databan desde los primeros años ochenta, hasta bien entrados los noventa. Eran casi veinte años de material acumulado de toda la Administración, imaginaros el espacio en almacenes que eso ocupaba. Bueno, de hecho estaban tan atiborrados que tuvimos que acabar amontonándolo por los pasillos de los niveles inferiores, en los sótanos.
Mi superior me lo dejó claro varias veces: "para sacar esto de aquí hay que hacer tal lío burocrático y rellenar tantos documentos que no les merece ni la pena". Así era normal que nuestras mesas acabasen como las salas de control de Cabo Cañaveral, llenas de PCs, impresoras láser, teclados de resorte de metal (y no de los típicos de membrana), etc., la mayoría de ello puesto en marcha por mí crackeando software y mezclando hardware. Era un trabajo genial desde ese punto de vista porque mi jefe no entendía de informática y pensaba que si me dejaba ese trabajo a mí ya hacía suficiente en todo el día, mientras que yo me divertía como un enano entre placas base y periféricos, e incluso a veces pensaba cómo alguien podía llegar a pagarme tan bien por hacer aquello.
De esa época recuerdo muy bien al Opera. Era un navegador de pago, que empecé a conocer con mi profesor de redes, cuyos ordenadores, atiborrados de porquería en una sala de finales de los noventa, apenas podían con el por entonces popular Netscape Navigator (bueno, mejor dicho Netscape Communicator).
Constaté entonces la eficiencia de ese navegador nórdico, y fue el que acabé instalando (y usando) en esos antiguos PCs del trabajo. Con el paso de los años, en Opera no cesaron de lanzar interesantes ediciones, con funcionalidades diversas, como Opera Turbo, y era, además, uno de los pocos con los que podías realizar una descarga directa de servidor a cliente.
Su versión de emulación es otra de esas estupendas ediciones de Opera que se pueden descargar desde su web de desarrolladores. Se trata de una aplicación con la que puedes probar cómo se ve tu página web o portal con un navegador móvil, o navegador Opera para smartphone. Posee infinidad de emuladores, desde los más básicos parecidos a los que llevan los Nokia S40, hasta los que corren con iPhone, pasando por Symbian, Kindle, Android y, como no, emulando incluso las proporciones y estilos de tablets. Además, puedes elegir interfaz táctil (simulada también) o clásica.
Lo mejor es que, a diferencia de otros emuladores, el de Opera funciona de forma stand-alone, es decir: no necesitas herramienta de desarrollo alguna, que son complejas de usar y además ocupan un espacio inmenso. Con el emulador de Opera podemos verificar que nuestra web funcione cuando nos visitan con móviles, algo vital si recordamos que el tráfico móvil está superando al tráfico de visitantes que leen páginas web por ordenador.
La he comparado con algunos de los navegadores móviles que uso y funciona bastante bien, a veces no da lo mismos errores en el simulador que en el teléfono, pero cuando hay alguno suele aparecer en ambos sitios.
Otra ventaja es que el emulador es, además, totalmente funcional. O sea: lo podemos usar como navegador improvisado, aunque en este caso hay bastantes cosas en las webs que dan fallos (la mayoría debido a los diseñadores de las mismas, por cierto, y a los programadores, y no al emulador).
Opera, por fortuna, no deja de innovar, y lo mejor es que lo hacen en innumerables plataformas. Por ejemplo, tienen el mejor navegador para Java (J2ME) y para Symbian, y siguen teniendo uno de los navegadores más eficientes del mercado.
Por desgracia su versión para PC no es lo que era, y he dejado de usarla hace ya bastantes años (antes sí lo utilizaba) porque es muy pesada y muy inestable desde la introducción de Vega, algo que ha agudizado el paso de un motor de renderizado propio de parser (el Presto) al WebKit y posteriormente Blink (compartido con Google). No obstante si un día te ves en un apuro y quieres visitar una página web, o verificar su buen funcionamiento en plataformas móviles, recurrir a su emulador puede ser una gran solución. Con él, además, podrás comprobar qué elementos se ven mejor o destacan de tu página web, y cómo potenciar o mejorar su diseño.
| Redacción: Bianamaran.blogspot.com
Me ha traído entrañables recuerdos el cacharreo que mencionas, con donantes antiguos para montar algo lo mejor posible con los restos, y luego aprovecharlo a tope con software eficiente. Como era Opera. Que gran pérdida.
ResponderEliminarEste emulador si lo he visto, no lo recuerdo. Tendré que volverle a echar un vistazo.