
Si hay un negocio floreciente y omnipresente en España, ese es el de los bares. No hay prácticamente barrio de ciudad o pueblo que carezca de uno, o de varios mezclados entre sí, uno tras otro. "Benditos bares", decía hace no mucho la publicidad de una multinacional de los refrescos que, como toda publicidad, intenta esconder con engaño la auténtica realidad, pintando lo negro con una capa de blanco. O de rosa.
Empezaré diciendo que no suelo visitar bares. Ni restaurantes. Si he tenido que salir y comer algo prefiero comprar cualquier cosa en un supermercado y comerla (o beberla) en un parque. No solo me saldrá brutalmente más barata, sino que además tendré más seguridad sobre su higiene y su salubridad.