En algunas lenguas antiguas africanas no existe la palabra "muerto". En lengua griega, una de las lenguas más ricas y que ofrecen varios términos para lo que en el resto de idiomas se denomina "amor", tienen también para la muerte varios términos. Thánatos puede significar la separación del cuerpo y el espíritu (la parte espiritual que retorna a Dios), pero también puede significar "la muerte definitiva", lo que en términos cristianos se conoce como "segunda muerte", o la separación definitiva de Dios. Para muchos pueblos antiguos la muerte no era más que una transmutación hacia una realidad distinta, pero se sigue estando vivo.
Normalmente cuando alguien fallece los familiares, y todo el mundo en general, empiezan a referirse a él como "el señor X que en paz descanse". Yo nunca he podido pronunciar "esa coletilla", no me sale, y de hecho cuando me refiero a mis familiares fallecidos siempre hablo de ellos como si estuvieran vivos. Para mí lo están, y están muy presentes.
Mucho gente te dice que lo dejes estar, insisten en que "los dejes partir" de una vez, los arranques de tu cabeza y hagas o simules como si nunca hubieran existido, que la vida continúa y hay que seguir adelante sin ellos. Pero yo no soy capaz de hacer algo así. Para mí ellos siguen tan vivos como antes, y aunque esta podrida y corrompida sociedad insista a través de toda su fraudulenta (de "fraude", y de "lenta") burocracia intentar obligarte a borrarlos de la existencia, eso para mí no va a ocurrir.
Mi hermana y yo lo hacíamos todo juntos. Era obvio, puesto que prácticamente teníamos la misma edad (con un año de diferencia), iniciamos el colegio a la vez, íbamos a las mismas clases y hacíamos las mismas cosas. Era mi complemento perfecto. Mi confidente, mi amiga, mi más tierna compañera. La persona más bondadosa y cariñosa del universo, y la más dulce compañía. Era despierta, inteligente, lista, intrépida... Completaba perfectamente mis cualidades reflexivas, contemplativas, irreverentes...
Fue su recuerdo y su compañía constante en mi pensamiento lo único que me hizo posible superar la muerte de mi madre, si es que realmente puede superarse algo así.
En mis tarjetas de visita aún figuran los nombres de mi hermana y el mío, tenemos una dirección de correo en común que por supuesto utilizo, incluso llevo conmigo en mi cartera, junto a mi documentación, documentación de ella como la tarjeta del supermercado. De hecho cuando tengo que firmar en sitios como en los libros de firmas de los funerales, suelo poner su firma y la mía. Ella está presente conmigo y sé que sigue muy viva. Puede que su cuerpo físico no esté ya a mi lado, pero sí su espiritual.
Tengo guardada su flor preferida, seca, y llevo constantemente junto a mí una pulsera con su nombre. Sí, se nota que la echo de menos, ¡pues claro que la echo de menos! ¡Como no iba a hacerlo!
Por eso entiendo y comprendo muy bien a todas esas personas que, contra toda la manía que tienen muchos -no se por qué- de hacerte la vida imposible para que dejes de recordar a la gente que llevas en el corazón, deciden ponerles un lugar relevante e importante en sus vidas. Entiendo a esa chica cuyo bebé murió al nacer por culpa de una negligencia médica y un doctor patoso, y que tiene su página de Facebook totalmente adornada y en la cual la protagoniza el rótulo con el nombre de la hija que nunca pudo ver crecer, desde hace tres años ya.
Por supuesto que, gracias a Dios, entra gente nueva en tu vida. Gente que te aporta otras cosas y que ocupan un lugar importante en tu corazón, pero esas personas que fueron tan importantes para ti jamás son sustituidas ni podrán serlo. Yo se muy bien que nadie va a sustituir a mi hermana, mi hermana era única, y que por mucho que a nivel legal quieran hacerla desaparecer, no podrán conseguirlo. Pueden quitarla de los papeles, pero nunca de mi corazón ni de mi memoria. Y el único momento y rato que me puedo sentir a gusto y feliz es cuando hablo con ella, hablo de ella con amigos, o toco, siento y miro cosas que fueron de ella o que tienen o tuvieron algo que ver con ella.
Lo que más deseo es poder volver a estar con ella. Es lo que más anhelo. Sé que ahora es una preciosa y maravillosa angelita, y que sus ojos, como estaban antes aquí, siguen fijos en mí. Un día podré darle ese enorme abrazo que tanto deseo y, mientras tanto, solo vivo esperando ese momento. Lo que pase entre medias es un simple lapsus, un tiempo perdido, un trayecto, un viaje en peregrinación desde su partida, hasta nuestro reencuentro. Te necesito, y te echo mucho de menos, hermanita.
| Redacción: Radio Ibérica
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