Perdición y fracaso de un poeta: Me colé en una fiesta
Un relato de Bia Namaran.
Subí hasta una de las últimas plantas del edificio de Foome TV en Ginebra, y accedí a un amplísimo salón. Sentada al lado de unos ventanales mirando hacia el exterior se encontraba Astrid Sjoberg, sola, en un rincón del fondo. Sonreí y la saludé con mi mano, mientras hacía un movimiento gracioso. Ella me miró y ni se inmutó, volvió a dirigir su mirada a la noche helvética.
Comencé a recoger los restos de comida de la fiesta en varias bandejas, y llevaba un rato haciéndolo cuando, con voz pausada, me comentó Astrid:
- No has venido...
- No he podido. - Respondí.
- Mentiroso.
Me eché a reír:
- ¿Para qué? ¿Me habrías dejado bailar contigo?
- Pues tal vez... -Dijo, mientras se miraba las largas uñas de sus dedos. Sonreí:
- Ya, y luego salimos en la prensa: "Astrid Sjoberg y Phonix: noviazgo inminente", y te enfadas y tienen que soportarte durante semanas el mal humor.
- Me soportan igualmente. - Musitó.
Me detuve y dejé de recoger comida:
- Bueno, podemos bailar ahora...
- Tarde. -Dijo, rotunda.
- Siempre llego tarde a todo, es el sino de mi vida. -Dije, continuando con mi tarea.
- Ya te estás autocompadeciendo. - Comentó Astrid, y añadió-. ¿A dónde llevas todo eso?
- Para compartir con algunos sin techo...
Astrid se echó a reír:
- ¿Sin techo en Suiza?
- ¿Acaso crees que en Suiza no hay pobres?
- Estés loco...
La miré, haciéndole un gesto de afirmación. Entonces se puso en pie:
- Te ayudo.
- Ok. -Asentí.
Comenzamos a meter comida en bolsas y a guardarla en bandejas, y cuando vi que se acumulaban pregunté:
- ¿Dónde hay papel de aluminio?
Se encogió de hombros:
- Tres pitos me importa.
Me eché a reír. Me encantaban sus ocurrencias (aunque creo que era de las pocas personas a las que les hacía gracia el humor de Astrid)
- ¡Pero si eres la jefa!
- Pues por eso me importa tres pitos. -Recalcó.
- Bueno, la jefa no, "la jefaza"...
- Sí... - Musitó, seria, mientras guardaba canapés.
- "La superjefaza". - Insistí.
Se detuvo, y me miró, con el ceño fruncido, señalándome con un dedo:
- ¡A ver qué haces cuando la "superjefaza" no te saque las castañas del fuego y vengas llorándome: "mami, no me hacen caso, ríñeles"!
Me partía de risa con su imitación:
- ¿Cuándo ha pasado eso?
- Constantemente. -Y añadió a continuación-: ¿Sabes que tu último disco no llegó ni a los seis millones de descargas? ¿Te lo han dicho, no?
- ¿Qué quieres decir eso? ¿Que me vas a despedir?
- Quiere decir que si vendes una mierda te voy a tratar como una mierda.
- ¡Jajajajaja! -Me eché a reír de nuevo.
- Me alegro que te haga gracia -me decía Astrid-. Así te dolerá menos cuando te vayas a la puta calle.
- No me vas a echar.
- ¿Por qué mierdas crees que no? ¿Quién coño te crees que eres? He despedido a gente infinitamente más famosa que tú, tú solo eres un don nadie para mí.
La miré, de soslayo, sonriendo:
- ¡Jajaja! ¿Por qué te cabreas conmigo ahora?
- Porque tus canciones dan una porquería de beneficios.
- ¡Pero si solo las compras tú!
- Seguro...
- ¡Compras millones para no tener que echarme!
- ¡Cielo santo! Me parece tan ridículo lo que dices que si viniera de otra persona vomitaría ante tal despropósito.
Sonreí:
- ¿Y por qué si viniera de otra persona?
- Porque te conozco y conozco tus estupideces: el cantante que no quiere cobrar nada -y añadió, imitándome burlonamente- "¡oh, no quiero cobrar nada, soy cantautor, vivo del aire, todos mi beneficios para ti!", ¡pero qué beneficios, si tus discos no venden una mierda! ¡Si cuesta mas a la discográfica editarlos que las ganancias que se obtienen de ellos!
- Estás cabreada porque no he venido...
- Por mí puedes irte al cuerno; puedes quedarte en casa mirando páginas porno todo el tiempo que te dé la gana.
Decidí no insistir, porque conocía a Astrid y si seguía así, o se acabaría enfadando más porque no le hacía caso, o porque pensaría que me burlaba de ella. No quería llegar a ese punto así que me callé. Y eso era algo que le encantaba a ella:
- Podías irte a cualquier discográfica y ver lo que te ofrecen, a ver lo que durarías allí. Todos los músicos, cantantes, famosos, actores... estáis cortados por el mismo patrón. Pensáis que sois el no va más, que todos os admiran por escribir cuatro patochadas románticas sin ningún sentido. A las únicas que engañáis son a unas pocas quinceañeras con las hormonas en punto de ebullición y poco más. Vais de "enteradillos" y no sois más que unos creídos... ¿Y para qué vas a MM y pides una furgoneta? ¿Crees que las furgonetas se regalan? ¿Pero qué mierda te crees que eres? "Ah, guay, voy por ahí en plan aventurero con mi grupo por la carretera a tocar en fiestas de pueblo", ¿qué narices crees que dan las fiestas de pueblo? ¡Si en ellas no se gana nada! Estoy a punto de quitarte la tarjeta de combustible, la de crédito... Claro, joder, como todo lo paga ASSI, pues nada, ¡a tirar millas y a vivir la vida! Y mientras aquí, ¿quién se ocupa de todo? ¿Quién trabaja dieciocho horas al día? No sabes una mierda, no te enteras de nada, eres un engreído.
Me acerqué a ella. La hubiera besado en la mejilla, o la hubiera abrazado, pero eso sí que la enfadaría de verdad y no quería molestarla. La toqué tiernamente en el hombro. Incluso ante ese gesto se apartó, molesta:
- ¡Voy a buscar papel de aluminio! ¡No te vayas! - Le informé.
Pero cuando regresé, ya había desaparecido. Metí todo en un carrito tras envolverlo, y lo bajé en el ascensor hasta el parking donde tenía mi coche. Mientras lo metía en los asientos de atrás, se acercó un vigilante de seguridad:
- ¡Vaya cabreo que tenía Astrid! -Me comentó, agitando su mano.
- ¿Te sorprende? - Dije-. ¿Se ha ido?
- Se acaba de ir. Su auto debe tener las puertas de hierro forjado, porque los portazos que le da... Por cierto, escuché la bronca que te estaba echando, no se cómo soportas eso...
- ¡Porque tiene razón! -Exclamé.
- ¿Que tiene razón? ¿Y eso? -Me preguntó a su vez, sorprendido.
- Porque todo lo que dice es cierto.
- No todo lo que dice es cierto. El ser rica no le da la razón. -Enfatizó, con una firme expresión de su rostro.
- A ella sí. Y no es por ser rica. Es por ser inteligente.
- Estás ciego.
- Me da igual. Pero no quiero oír hablar ni una palabra mal acerca de Astrid. -Le dejé claro.
- Pues todo el mundo habla mal de ella, tendrás que taparte los oídos entonces, Phonix. ¿Y sabes qué?
- ¿¡Qué!?
- ¡Que no hay más ciego que el que no quiere ver! -Dijo, yéndose a paso ágil.
Me da igual. Me daba todo igual. Prefería poder estar a su lado y escuchar su voz aunque fuera riñéndome, que estar sin ella y no poder sentir cerca su presencia.
Me acerqué a la parroquia de Chrétienne y dejé mi auto en el patio lateral junto a la sacristía. Llamé a la puerta y tuve que esperar un rato hasta que el hermano Andrew me abriera. Por todo saludo me dijo:
- Pensé que ya no vendrías...
- Ya sabe que esas fiestas no tienen horas de finalización.
- Llamaré a unas cuantas familias para que vengan a recogerlo, ve metiéndolo todo dentro, ahora te echo una mano.
- De acuerdo.
Introduje en un pequeño salón parroquial bandejas de comida cubiertas con papel de aluminio, y varias bolsas. El hermano me ayudó y cuando terminamos le dije:
- He de irme...
- Espera. -Me pidió.
Empezaron a llegar algunas familias a recoger la comida, y no quería quedarme para no tener que obligarles a que me dieran las gracias, de manera que salí y me metí en mi auto. Casi veinte minutos después el hermano Andrew salió correteando hacia mi ventanilla:
- ¡Creía que te habías largado! ¡Iba a llamarte!
- No, decidí esperarle escuchando algo de música.
- Quisiera darte las gracias por habernos enviado la furgoneta de MM, nos vendrá muy bien para la parroquia...
- No hay de qué, supe que estabais en dificultades y me pareció buena idea. La usamos solo unos meses durante el verano, para una corta gira por las fiestas en los pueblos... Solo para escaparnos un poco de todo. Algunos miembros del equipo tenían ganas de hacer algo así.
- No quiero abusar de ti, pero esto es también muy importante, Phonix.
Me extendió un papel manuscrito, enseguida reconocí su letra. Me explicó:
- Se llama Mauro, es un inmigrante italiano, lo está pasando mal...
- ¡Andrew! -Protesté.
- ¡Espera! Sé que tienes contactos, sé que conoces a Astrid Sjoberg y que has hablado por más gente...
- ¡Sacarle un empleo a Astrid es como pedir que me saquen una muela!
- ¡Escucha, Phonix, habla por él, anda! Ha llegado a Suiza y está solo, no te lo pediría si no fuera importante...
Resoplé:
- Vale, veré lo que puedo hacer...
- Con eso ya es bastante. Tú inténtalo.
Puse mi MM en marcha y me encaminé hacia el hotel. En el parking hize una llamada a Estella, la directora general de VAV Records:
- Estella, soy Phonix...
- ¡Espera! Sé para qué me llamas...
- ¿Lo sabes? - Pregunté, sonriendo.
- Siempre me llamas para lo mismo. y a cualquier hora como si fuera un buzón abierto las veinticuatro horas del día; ya no sé dónde meter la gente que me envías, les debo favores por tu culpa a todo el mundo, en los almacenes de los centros comerciales Vesak ya están a tope de plantilla...
- Es en Suiza, tendrás algún sitio para alguien aquí...
- ¡Phonix, Astrid se va a enterar, y cuando se entere yo no quiero estar en medio porque nos va a cortar la cabeza a ti y a mí!
- ¡Es una obra de caridad, mujer! No me fastidies...
- ¿Y quién me buscará trabajo a mí cuando esté en la calle?
- Te lo buscaré yo...
La directora se echó a reír:
- ¡Tú te irás a la calle antes que yo!
- Mira, me da igual como lo hagas, dale trabajo a este chico. Astrid tiene cientos de miles de empleados por todo el mundo, no le importará.
- Mi jefe me va a matar...
- Joder, Estella, ¡todos te quieren matar! - Me reí a carcajadas. - No le digas nada y andando.
- ¡Tengo que pasar por él!
- Dile que lo digo yo y si tiene algo en contra que me llame.
- No quiero meterte en líos.
- No te preocupes, hazlo. Gracias, Estella.
Subí a mi habitación y me quedé hasta tarde arreglando unas canciones, hasta tal punto que me dormí entre papeles y bolígrafos en el sofá. Me sobresaltó a primera hora el teléfono. Lo cogí, y una voz profunda, grave y varonil, con tono muy serio, me dijo:
- Phonix, soy Ryan Williams, ejecutivo de VAV, soy su consejero en el Consejo de Administración de la compañía...
- O sea eres mi jefe... - Dije, arrastrando las palabras, despertándome.
- Sí. Quiero que sepas una cosa, normalmente yo no me relaciono con los artistas que editan en VAV, me encargo de tareas de dirección y administración...
- Ya...
- Pero en tu caso me he visto obligado a hacerlo. Es solo para notificarte que en el próximo Consejo de Administración, informaré a la señora Astrid Sjoberg de tus actitudes, no se si sabes que eso es tráfico de influencias...
- ¿Lo de emplear a gente sin recursos?
- Llámalo como quieras. Estoy reuniendo información sobre el caso y se la voy a hacer llegar. Es solo para informarte, nada más.
- Ok, hágalo.
- Lo haré. Que pase un buen día.
Me vestí y mientras salía hacia la calle, llame a Estella:
- ¿Has conseguido un empleo para Mauro?
- ¡No conseguí nada, Phonix! Aquí hay un ambiente muy caldeado...
- Ok, déjalo cielo.
- No puedo hacer nada, lo siento...
- Tranquila, déjalo.
Inmediatamente tras colgar, llamé a mi mánager:
- Ronald, ¿puedes buscarle un empleo en Suiza a un chaval?
- ¿¡En suiza!? - Respondió, sorprendido.
- Sí. ¿No tienes algún contacto aquí?
- Creo que deberías preocuparte antes un poco por ti mismo, me han notificado...
Le corté:
- Ni me importa, no quiero oírlo. Tú busca eso, por favor.
- Envíame sus datos, veré lo que puedo hacer.
- ¡Gracias tío, eres genial!
Mucho más calmado, tras pasar por la iglesia San Chrétienne y decírselo al hermano Andrew, regresé al hotel para recoger mis cosas. Lo metí en el coche y viajé hasta Francia. Dormí a medio camino de Lyon y a media tarde del día siguiente entré en la ciudad francesa. Me dirigí a un hotel de Motelam y entregué mi tarjeta de cliente. El chico de la recepción, un joven con traje muy sobrio, negro, y camisa blanca y corbata, me miró muy serio:
- Su tarjeta está anulada.
- ¿Perdón? Vuelva a intentarlo, por favor. -Y mientras lo hacía, comenté-: Nunca me había pasado...
El recepcionista me la devolvió de nuevo:
- No funciona, lo siento.
Saqué de mi cartera la tarjeta de crédito de Elitebank:
- De acuerdo, pagaré con la de crédito.
El chico me miró con desdén, y tras pasarla por el lector casi la arroja ante mí:
- No, señor, está anulada.
Entonces sonó mi móvil. Cogí la tarjeta y descolgué la llamada mientras me encaminaba hacia el hall bajo la atenta mirada del recepcionista. Era Ronald, mi mánager:
- Estás en la calle. - Me lanzó. Me eché a reír:
- ¿Qué dices?
- Hoy hubo Consejo de Administración. Astrid lo sabe todo. Fulminó tu contrato con la discográfica, no le gustó nada tu actitud. Creo que no te gustaría saber lo que dijo sobre ti, así que no te lo repetiré...
- Pero... ¿Puede echarme? ¿Así, sin más?
- ¡Claro que puede! Joder, Phonix, ¿qué creías? ¡Has hecho enfadar a la mismísima Sjoberg!
Me resultó irónico oír aquello:
- Bueno, eso no es tan excepcional, teniendo en cuenta que siempre está enfadada...
- Dejo de representarte, mañana me voy a Nueva York, me han puesto a un rapero... No sé cómo se llama... Bueno, como sea, voy a conocerle.
- ¿Así, sin más? ¿Tan de repente? ¡Pero si nadie me avisó!
- ¿Y quién esperabas que fuera a avisarte? ¡Te aviso yo! Todo el mundo te lo advirtió, Phonix, pero hiciste oídos sordos a todos. Te aconsejamos una y mil veces que mirases para ti, Williams me dijo que habías contratado a casi dos mil quinientas personas en diversas firmas del Grupo ASSI, ¿sabes cuanta gente es esa? ¡Y encima gente sin preparación, gente sin estudios!
- Haré como si no he oído eso de parte de ti, Ronald...
- Claro, como siempre oyes lo que te apetece oír...
- ¡No, si quieres los llevamos a todos a la silla eléctrica! ¡Si quieres les mandamos a gulags a Siberia! ¡O mejor, les metemos en campos de concentración, como los nazis! Así molestan menos, así los quitamos de delante para que no nos estorben. ¡Y a Senegal, a Ruanda, a Burundi, les llenamos de bombas atómicas y de residuos nucleares y los borramos del mapa!
- Phonix, cálmate...
Suspiré:
- Suerte, Ronald, cuídate.
- Ya te llamaré. No te comas el coco, te buscaré algo, preguntaré a amigos en discográficas...
- No, eso es tráfico de influencias. Haberlo hecho por la gente que lo necesitaba de verdad.
Colgué la llamada y arranque él coche. Me dirigí a una estación de servicio y comprobé que hasta mi tarjeta de combustible (de Phospher, cómo no) no funcionaba. Busqué el número de Astrid en mi agenda, y la llamé. Una voz surgió tras el auricular:
- Este número no admite llamadas desde su línea.
Llamé a Adrianne, mi relaciones públicas y mi enlace con VAV:
- Adrianne, ¿puedes buscar el número de Ingrid Sjoberg?
- Claro, Phonix.
Con el dinero en metálico que me quedaba, compré comida y regresé de nuevo a mi auto. Era increíble, ¡me habían dejado totalmente colgado en medio de Francia, a miles de kilómetros de mi casa! Estaba atónito.
Por la tarde Adrianne me envió un correo con el número de Ingrid, y la llamé:
- Ingrid, soy Phonix, no se si te acuerdas de mí, soy cantante para VAV, la compañía de tu hermana...
- ¡Sí, claro que te recuerdo!
- ¿Puedes hablar con ella? Me anuló todo, y cuando digo todo es todo absolutamente: mis tarjetas, me bloqueó la línea, mi línea de crédito...
- ¡Uahu! Sí que la has enfadado... - Dijo, sorprendida-. ¿Pero no tienes dinero en el banco? Puedes ir con tu DNI y sacarlo en metálico...
Sonreí:
- Verás, esa es otra cuestión... Estoy en Francia. Además, cuando firmé mi contrato con VAV les dije que solo quería disfrutar cantando, que no quería cobrar nada...
- ¿¡Por qué hiciste eso!?
- Porque tenía crédito con la cuenta de Astrid...
- ¿La cuenta de mi hermana?
- Sí.
- ¿Y ella hizo eso?
- Sí. Bueno, supongo que no sería la misma cuenta... En todo caso era una a su nombre. Tenía confianza con ella y lo prefiero así.
- Hablaré con ella, a ver que me dice.
- ¡Gracias Ingrid, te lo agradezco muchísimo, de corazón, de verdad! Eres genial.
- No te preocupes. Te llamo esta tarde.
Puse la radio y recliné el respaldo para descansar. En teoría uno de mis sencillos estaba en la lista de éxitos de VAV Radio, pero no lo escuché durante toda la tarde. Me resultó esclarecedor escuchar las noticias musicales en el programa de las siete y media, en VAV FM:
- Desde VAV Records han informado este mediodía que se cancelan todos los conciertos y se anula la agenda de Phonix. Parece ser que desacuerdos entre el artista y la compañía que le dio a conocer ha llevado a que ésta rescinda el contrato y, por lo tanto, Phonix dejará de estar amparado y representado por VAV Records, de hecho su página web oficial redirige desde esta tarde hacia la página de inicio de VAV. Eso supone también que Electrada dejará de ser su patrocinador oficial, y Phonix, que hasta ahora era embajador de la marca, se quedará sin ese patrocinio.
Sonreí, y musité: "¡Desacuerdos! Sí, seguro...". Apagé la radio porque me llamaban al móvil. ¡Era Ingrid!
- Phonix, he hablado con mi hermana...
- ¡Qué bien! Menos mal...
- No tanto, está muy cabreada...
- Ya, supongo...
- Y creo que el que recurrieras a mí la ha echo enfadarse más... Verás, si algo no tolera mi hermana es que muevan los hilos a sus espaldas...
- Yo no lo he hecho, lo que hice...
- Déjame acabar, por favor...
- Vale...
- Me ha dicho que por el dinero no te preocupes, que confrontará lo que deberías haber ganado y que el departamento legal de VAV se pondrá en contacto contigo.
- No te llamé por el tema del dinero, Ingrid...
- Ya, pero para que al menos no te vieras en la calle...
- Te llamé por...
- Sí, Phonix, pero yo no le digo a mi hermana cómo llevar los negocios...
- Ya... Lo pillo.
- Lo siento.
- Sí, lo entiendo. Gracias Ingrid, de verdad.
- Conozco a mi hermana. Deberías haberle consultado a ella...
- Ella tiene mil cosas que hacer...
- Pues a su director general, sus consejeros... ¡los que fueran!
- Creo que eso ya es tarde. Gracias de todos modos, Ingrid. ¡Oye, una cosa más, por favor! Solo una última cosa, ¿dónde está tu hermana ahora? ¿En Noruega?
- No, viaja hacia Bilbao, mañana inaugurará una línea de montaje de vehículos comerciales de MM. ¿Vas a ir a verla? No lo hagas, Phonix, déjalo estar. No corras el riesgo de meterte en más líos.
- Tranquila, hay millones detrás de ella, no creo que me permitieran acercarme ni a medio kilómetro.
- Bueno, intenta descansar anda. Lo necesitas.
Descansar... Como si fuera tan fácil. Salí del coche y decidí dar un paseo por Lyon. Por la gran avenida Paul Santy la gente compraba en los grandes almacenes de Vesak; anuncios de Electrada y de los últimos modelos de MM aparecían por escaparates y en vallas publicitarias dinámicas. Cogí mi smartphone y marqué un número. La central de VAV en España. Julián Díaz, el director de contenidos, descolgó:
- ¿Sí? ¿¡Phonix!?
- Si
- ¡Vaya la que tienes liada! Te han borrado del mapa, macho. Y espera que ya se habla de que VAV emprenderá acciones legales contra ti.
- Si no tengo nada no creo que me puedan quitar nada...
- La imagen, el honor...
- Mejor no te digo lo que me importa eso. Pero oye, me debes un favor, acuérdate...
- El favor que te debo no es tan grande como para que me pongas a mí también en la picota, no quiero estar a mal también con Astrid...
- No, tranquilo, no es nada de eso.
- Ah, vale. Pues dime.
- Te voy a enviar un archivo. Una canción. Quiero que la programes entre la lista de escucha de la emisora...
- ¿Una canción?
- Es una canción que no ha salido en ningún disco. Hazme ese favor, y estamos en paz.
- Espera, espera: ¿me estás pidiendo que trastoque la lista de audición para que suene tu canción a cada hora? ¡Creía que me habías dicho que sería un favor fácil de hacer!
- Sólo mañana...
- Bufff... ¡Me matas! Me juego el tipo, macho, por ti.
- Pon esa canción...
- ¡Si nos han ordenado desde la ejecutiva que no pinchemos ninguna canción tuya!
- ¡Como si a ti te importase la ejecutiva, Julián!
- Vale, vale. Pero un día. ¡Un día!
- ¡Gracias! Ahora yo te debo una.
- ¡Y muy gorda! A partir de en punto la programo.
Llené el depósito de mi MM Mzero-x, sintonicé en el navegador la emisora por internet de VAV FM en España, y conduje hacia la frontera.
Estaba saliendo de Cataluña, cuando en la radio sonó mi canción por primera vez. El locutor solo dijo: "¡y ahora, Phonix con su tema 'Vivas donde vivas'!". Se lo agradecí a Julián, realmente el director de contenidos se estaba jugando el tipo por mí.
Te dije que prestaras
atención a mí,
pero mi voz apasionada
no te supo convencer,
y así vi que volabas
muy lejos de aquí,
que ya no eras parte
de este cielo gris.
Mi tristeza y mi melancolía...
abrazado a tu recuerdo noche y día...
al despreciarme me partiste en dos.
¡Ya ha pasado una semana
ya puedo olvidarte!
¡Ya ha pasado una semana
ya es hora de dejarte!
Y en realidad, me dijiste
que nunca me quisiste,
como un suspiro te me fuiste
y aquí estoy: destrozado y triste,
con la voz entrecortada...
sin ti no tengo nada.
Con la voz entrecortada...
sin ti no tengo nada.
Vivas donde vivas
que seas feliz
Astrid donde estés
todo te vaya bien.
Tu compañero de fatigas
sea digno de ti,
sin dudarlo yo aseguro
que sabrás elegir.
Siempre me ha tocado
el papel de perdedor,
estoy acostumbrado
a nadar entre el sudor.
Pero eso no te importe
no te dé dolor,
Sabes que mi alma está tendida...
enfocada a una ayuda convenida...
quien te hiera a ti, hiere mi corazón.
¡Ya ha pasado una semana
ya puedo olvidarte!
¡Ya ha pasado una semana
ya es hora de dejarte!
Y en realidad, me dijiste
que nunca me quisiste,
como un suspiro te me fuiste
y aquí estoy: destrozado y triste,
con la voz entrecortada...
sin ti no tengo nada.
Con la voz entrecortada...
sin ti no tengo nada.
Llegué a Bilbao y me dirigí al complejo industrial donde MM tenía su factoría de vehículos comerciales. Conocía bastante bien cómo actuaba el equipo de seguridad de Astrid, y no me fue difícil pedirles que me dejasen aparcar detrás de ellos. Cuando la visita terminó y, tras salir acompañada de varias autoridades, Astrid se encaminó hacia su coche, en lugar de acceder al mismo por la puerta que le abría el guardaespaldas, se dio cuenta que un automóvil que le resultaba familiar estaba allí. Cuando llegó a mi lado y abrió la puerta de mi auto, me sentí realmente aliviado. No dijo nada, solamente empezó a consultar un montón de documentos que había llevado bajo el brazo, señalando partes de los mismos a bolígrafo. Puse en marcha mi coche y me fui, mientras los autos de los guardaespaldas hacían lo propio y me seguían de cerca.
Pasaron varios minutos, en donde nos metimos en la autopista, y luego salimos de ella en los alrededores de Bilbao. No dije nada, porque no quería molestarla, y Astrid tampoco abrió la boca. Pero cuando entramos en Bilbao, sin dejar de consultar los documentos, dijo con voz muy firme:
- Mucho te gusta conducir.
- Sabes que sí. -Comenté.
- ...porque estabas en Suiza hace unas pocas horas, y ahora estás en Bilbao. - Y me miró, seria:- dicen que tiran más dos tetas que dos carretas, ¿verdad? Y sobre todo si esas dos tetas están cubiertas de dólares.
Me eché a reír a carcajadas. ¡Qué respuesta tan típica de Astrid! Ella ni se inmutó. Continuó, mientras seguía escribiendo:
- Querías ayudar a pobretones, y mira tú por donde, ¡ahora tú te has convertido en un pobretón! El famoso, atrevido y poético Phonix, ¡no tiene dónde quedarse muerto! ¡De la gloria a la nada en un día! Felicidades: has batido el récord.
- La fama solo era gracias a ti... -Comenté.
- Menos mal que lo reconoces. Lástima que sea tan tarde.
- Siempre lo reconocí...
- Sí, seguro que sí... Repítelo incansablemente, igual se convierte en verdad.
- Yo sé que no me quieres, a una persona que quieres o que estimas no la haces sufrir, eso lo sé...
- ¿Entonces para qué has venido? ¿Te lo digo? Has venido porque no tenías a dónde ir. Todo por empeñarte en ser un famoso pero a la vez un don nadie. Si nadie lo hace es para que no les ocurran cosas como éstas, pero tú lo crees saber todo y que nadie te dé lecciones.
La miré, ella seguía enfrascada en sus papeles.
- He venido para verte... - Aclaré.
- Mírame en fotos.
- No es lo mismo. Y sé que, haga lo que haga yo, tú no vas a cambiar.
- ¡Ah, menos mal! ¡Has tardado en averiguarlo! Pero aún te queda algo: que lo que tú pienses me importa un comino.
- Sí, bueno... Eso también lo sé, Astrid.
- Y entonces, repito: ¿para qué coño has venido aquí?
- Por la misma razón por la que tú te has subido a mi coche.
Fingió sorpresa. E incluso esbozó una sonrisa:
- ¡Ah! ¡Por esa!
- ¡Sí! ¡Por esa!
- Pero ilumíname, a ver: ¿cual es esa razón?
- Ya la sabes.
- Pero igual no es la misma y estás equivocado.
- Querías saber que estaba bien.
- ¿Y para eso viniste en persona? ¿No te bastaba llamar a mi hermana y preguntárselo, de la misma forma que la llamaste para que me rogara que te diera algo de calderilla?
Me eché a reír:
- Eso te ha dolido, ¿eh?
- Usar a mi hermana es de torpes. Pero viniendo de ti no me sorprende.
La miré, sonriendo:
- No la llamé para eso... -Musité.
- Bueno, ahora ya puedes ir con tus pobres y buscar junto a ellos un trabajo en la oficina de empleo.
Sonreí, mirando por el retrovisor los MM blindados que nos seguían:
- ¡Me echaste! No me lo podía creer...
- Nadie controla mis compañías por mí. De hecho les he dicho a mis abogados que busquen la forma de acusarte legalmente.
- ¿Me vas a llevar a la cárcel?
- Si puedo, sí.
- ¿Cómo que si puedes? ¡Eres Astrid Sjoberg! ¡Claro que puedes! El problema...
Hubo un silencio, ella no me dijo nada, de manera que continué:
- El problema es que allí no podrás visitarme, ni llamarme, cuando te apetezca.
- Nunca lo hago. Eres tú el que aparece.
- Por eso.
Me miró:
- Phonix, encantada de haberte conocido. Que te vaya bien en tu vida, en tus cosas, o en lo que sea que vayas a hacer.
Detuve el coche al lado de la acera, y los MM Magnus que nos seguían, se detuvieron también.
Astrid abrió la puerta, y le dije:
- Astrid... Gracias por subir.
Cerró la puerta de un violento manotazo. Subió al coche que estaba detrás de mí, y se fue.
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