5.1.17

Nunca abandones. Capítulo 5




Un relato de Bia Namaran.


- Bueno, no ha sido tanto.
- ¿No ha sido tanto? - Repitió la joven, sentada en un banco del parque, ahora bajo un cielo atezado-. ¡De la que me has librado!
- Sí, - admitió Kená, de pie ante ella-. Yo solo quería ayudar un poco, nada más.
- ¿Dónde has aprendido a moverte así?
- ¿El Hung Gar?
- ¿Así se llama?
- Sí... Es chino, ¿sabes?, los ojos rasgados y todo eso. -Kená imitó con sus dedos en su cara unos ojos orientales, mientras Saphir reía con ganas.

Al poco, se tornó seria:
- Tú y yo, si unimos nuestras fuerzas, podemos cambiar las cosas.
- ¿Qué quieres cambiar?
- Tú mismo lo has dicho: querías ayudar un poco. Pues sigamos con ello.
- ¿Con ello? ¿Con qué? -Preguntaba "el mudo", sin entender a dónde quería llegar su recién amiga.
- Verás... Cuando esta mañana salí de la cárcel, tenía en mi mente solo que la libertad me sirviera para algo útil. Los años encerrada te hacen pensar, y yo ya había decidido que, de acuerdo, no tenía a nadie, estaba sola, pero no volvería a ganarme la vida así. Y no sabía cómo, pero lucharía contra los que intentan que acabe en una celda de nuevo.
- ¿Qué es lo que tratas de decir? ¿Contra quién quieres luchar? ¿Contra los chulos, los delincuentes, los que roban para sobrevivir?
- No. Los políticos corruptos, los que emplean su dinero en formar equipos de fútbol, hacer grandes programas de televisión... Mientras la gente en su país se muere de hambre.




Kená sentóse a su lado, sin reprimir una carcajada:
- Eso es parte inherente a esta sociedad capitalista. Siempre está y siempre estará.
- ¡Ayúdame! -Suplicó ella-. ¿Qué puedes perder? ¿No estás ya en la miseria, marginado...? ¿Destruido? Seguro que tú también arrastras una historia dolorosa a tus espaldas... Vamos, Kená. Tú y yo podemos, si no acabar con todo, hacer una pequeña diferencia.

El joven se mantuvo pensativo durante algunos instantes, al fin, mientras de su boca salía visible el aliento por el frío de la noche, dijo apesadumbrado:
- Yo no soy la justicia.
- No te pido que juzgues -aclaró ella-. Cada uno debe responder de su propia conciencia. Pero antes quería ayudar sin saber de cierto cómo, ahora tú me has dado una idea. Los dos somos... "carne de cañón", ¿no? Tal vez ha llegado la hora de rebelarse, vamos a "ayudar", no a juzgar. Las decisiones las compartiremos entre los dos. Porque no podemos quedarnos al margen: decidir actuar o no actuar es ya tomar partido. Puedes dejar que tu amargura te carcoma por dentro, y estallar un día arrastrando con tu desesperación a otros. O tratar de ayudar, salir nosotros y hacer salir a otros del agujero.
- Agua que empuja a la barca con mórbida corriente hacia el mar, o río caudaloso que la hace estrellarse contra las rocas... -Susurró el budoka.

Kená la miró. Sí, supo que había luchado mucho por acariciar la libertad y que aún luchaba por mantenerse a flote. A pesar de ello, en sus ojos brillaba el optimismo. Se perdió en sus pupilas azules y dijo:
- De acuerdo, no sé muy bien lo que quieres hacer, pero de acuerdo. Cuenta conmigo. Pero no confundamos los términos: yo no defiendo la fuerza bruta.

Ella sonrió, se levantó y lo abrazó. También tenía sus dudas, pero, ¡sí!, era hora de cambiar de táctica.

Caminaron durante horas bajo el oscuro cielo sin luna. Hasta que se dieron de bruces ante una gran urbanización de anchas calles ampliamente iluminadas.
- ¿Qué te parece? -Preguntó "el mudo".

El gran chalet se alzaba ante ellos a medida que se acercaban, cual castillo medieval en lo alto de una colina.
- Es fabuloso, este lugar parece paradisíaco... -Respondió, ciertamente asombrada, Saphir.
- Así viven los ricos.

La puerta metálica enrejada no se resistió demasiado a la presión de Kená que, con una serenidad admirable, casi parecía como si la casa fuera suya. El blanco suelo iba directo hacia una piscina sin esquinas, con un pequeño trampolín de color azul. Al fondo se podía ver el jacuzzi exterior, y al otro lado un frontón, y pistas de tenis. Continuaron caminando por la blanca escalinata, estampada a veces con setos de escalonia macrantha, hasta la gran puerta de entrada. Se detuvieron ante ella:
- Bien, esto será nuestro "centro de actividades".
- ¿Estás seguro que no hay nadie? - Preguntó ella.
- Sus dueños solo pasan aquí algunos días de vacaciones, trabajan lejos y hacen largos viajes... La absurda vida de los millonarios.
- Y entonces, si es así, ¿cómo está todo tan cuidado? - Quiso saber ella.
- Dejarán a alguien para el mantenimiento, ¡yo que sé! ¿No eras tú quien quería llevar esto adelante?

Casi antes de concluir la pregunta, saltó ante ellos un fiero doberman, presentando su dentadura afilada. Saphir dio dos largos pasos hacia atrás, asustada, dándose contra la puerta, pero el impasible mendigo ni se inmutó; se acercó, poniéndose ante el chucho, y dejando en el suelo la mochila que él llevada de la chica, sacó de su bolsillo unos cortadillos de azúcar y los dejó caer frente al perro. Éste ni los miró, y Kená tampoco: escupió el chicle hacia el parterre de césped que había a su derecha, y dando media vuelta, se volvió hacia su amiga.

Aún estaba caminando cuando de repente el doberman se abalanzó hacia el budoka, intentando alcanzar con sus colmillos el soleo. Pero el shao tan twey de Kená, a escasa distancia del suelo, impactó en un lateral de la mandíbula del fiero animal, llevándolo en volandas a parar contra un borde de buxus sempervirens. El can chilló, y "el mudo" se acercó y apuntó de nuevo hacia los cortadillos en el suelo. Con la cabeza agazapada, el doberman se acercó a ellos, pero Kená no se confió: en cualquier momento podría volver a atacarle.

La casa por dentro era aún más fabulosa, con un suelo que brillaba y en el que se reflejaba la luz como pista de patinaje; las paredes, pintadas al estuco, estaban adornadas con grandes cuadros al óleo. Grandes cortinas blancas cubrían amplios ventanales, y plafones adornaban el pasillo con sombras surrealistas.

Se pasaron casi tres cuartos de hora, cada uno por su lado, admirando el interior de la casa. Kená se decepcionó en el amplio gimnasio: ni un triste soon chi gumm pudo encontrar. Saphir también se decepcionó: a pesar del gran baño, que conectaba por una puerta de metacrilato con el dormitorio principal, y cuyas paredes estaban chapadas con mármol verde portugués, no pudo hallar su marca preferida de gel de ducha. Pero con todo, no resistió la tentación de darse un baño en la gran bañera de omnipresente color verde celeste.


La chica bajó al poco con su pelo recogido, cubierta con una camisola gris estampada con ositos, y un pantalón short liso, rematado todo ello por unas zapatillas abiertas blancas, que habían aparecido en el mismo armario de la habitación al lado del baño.

Se encontró con Kená en la cocina, que sentado en una silla del uniforme color blanco que impregnaba la estancia, arrojaba algo de la extraña mezcla de croquetas y verduras que se había preparado, al perro, sentado éste en el suelo, pacífico como si "el mudo" fuera su auténtico dueño. Posiblemente era la primera vez que comía de esa forma y en el lujoso suelo del chalet.
- Esto me parece un sueño. - Dijo Saphir, mirando alrededor, mientras Kená alzaba la vista, mirándola a ella.
- Estás muy guapa. ¿Dónde encontraste eso?
- Arriba. ¿Qué comes? -Preguntó a su vez la joven. Kená abrió los brazos:
- Cosas que encontré, tienen "el frigo" bien provisto. Voy a prepararme algo más, ¿quieres?
- Son la una y pico de la madrugada...
- Yo aún no he cenado...
- Yo tampoco. - Admitió ella.
- Entonces -dijo Kená, incorporándose- vamos a ver qué encontramos.

Saphir se sentó, miró al chucho que aún lamía el suelo, y dijo:
- No sé, Kená, esto me parece muy extraño: tienen comida, perro... ¿Cómo iban a irse así como así?
- Ya te lo he dicho, mujer. A esos tipos les importa un cuerno que estos alimentos caduquen, y para atender al perro debe estar el jardinero o alguien parecido que lo cuida de vez en cuando. Fíjate sino en la casa, está inmaculada.
- Esto es un delito. -Arguyó ella.
- Para mí esto es solidaridad, lo único que... No han podido invitarnos.

Saphir sonrió, "el mudo" se acercó a ella, dejando la comida al fuego sobre la placa inductora:
- Vamos. -Le dijo-. Disfrutemos, ¿ok? Nosotros también tenemos derecho.

Continuará...
| Redacción: © Bia Namaran

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3 comentarios :

  1. Creo que se te coló el capítulo 5 en el título. Sería el 3.

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  2. Gracias Guti, pero no es un error. Mira el 2, Guti :D

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  3. Jaja. Vale. Pues ya tengo los 5 pendientes para leer este puente!

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