Un relato de Bia Namaran.
MM no se caracterizaba precisamente por su departamento de horología. De hecho, ni tan siquiera comercializaba relojes. Pero en las pequeñas oficinas de su Centro Metronómico (los cuentakilómetros y demás componentes del cuadro de instrumentos de los vehículos de "la doble M" son también fabricados por ellos mismos) existía un curioso y vetusto taller de relojería tradicional. Basándose en movimientos Eternium durante muchos años habían estado fabricando sus propios calibres. Eran, por lo tanto, genuinos y originales relojes MM los que salían de allí.
La razón de su existencia había que buscarla en su fundador, Njord Stefansson, el cual buscó una forma de recompensar la dedicación y el servicio a su compañía por parte de sus empleados. De esta manera, en cuanto uno de los empleados que salían de sus centros de formación y pasaba de ser aprendiz a ser un profesional responsable en alguna de las diversas secciones (motor, carrocería, electrónica...) recibía como regalo de bienvenida un reloj. El reloj de MM.
El reloj tenía que ser, por lo tanto, algo especial, ya que debía durar muchos años y satisfacer plenamente a su poseedor, por lo que era un reloj robusto, en el que se primaba principalmente, y ante todo, su fiabilidad, durabilidad y resistencia. Además de, por supuesto, la comodidad. Por eso el aspecto estético era secundario.
Al principio eran robustos relojes construidos en acero, con cajas de cierre roscado y con grueso cristal mineral, con agujas tipo plongeur y números romanos. Pero ahora habían evolucionado y, aunque seguían la misma forma y diseño, sus números eran arábigos, y estaban hechos con cajas de titanio. Además, el zafiro había sustituido hacía ya mucho tiempo al cristal mineral, por lo que gracias a esos cambios el reloj era más ligero. Pero el calibre seguía siendo el mismo.
MM fabricaba solo ese reloj. Ese único y exclusivo modelo que, como mencioné antes, no se comercializaba al público: para conseguirlo había que ser parte del personal (o haber trabajado) en MM. O tener la suficiente influencia para que un directivo de allí te lo facilitara. Había algunas personalidades a las que MM premiaba con uno de sus relojes, bien por su contribución o por su afición a la marca, e incluso en el LXVI aniversario de MM la firma de Lesjöfors cedió dos ejemplares al Club Sueco Oficial de Usuarios de MM para que los sorteara entre sus socios. Ni qué decir tiene que les llovieron millones de solicitudes para participar del mundo entero.
Pero eran casos excepcionales.
Alguna vez apareció en la prensa la noticia de que alguien (hijos o familiares de antiguos empleados ya jubilados, muchas veces, que habían heredado el reloj) había puesto el llamativo reloj industrial de MM a la venta. Los precios que se solían pedir por un ejemplar así eran, por supuesto, desorbitantes. Recuerdo uno de sus últimos casos en los que el MM H2 (que era la denominación del reloj, de "Horology 2") salió a subasta por cien mil dólares. Un magnate árabe se hizo con él por algo más de ciento veinticinco mil dólares. Era curioso el precio que alcanzaba ese reloj que, por muy artesanal que fuese, todos los expertos en relojería califican de no más de quinientos euros de valor, o tal vez seiscientos euros si fuera comercializado en un precio "normal" y puesto al público. E incluso algunos hablan de menos. Pero es evidente que lo que le da valor al reloj no son solo sus materiales, sino su exclusividad y calidad.
Hay dos aspectos sobre los que se les insisten una y otra vez a los ejecutivos y responsables de MM: sabiendo la demanda y el éxito de su reloj, por qué no lo comercializan o, al menos, alguna variante parecida (si es que quisieran mantener la exclusividad del regalo a sus empleados) en sus concesionarios, dándoles así la oportunidad a todo el mundo (sus clientes de automóviles incluidos) de poder disfrutar de un reloj que tanta pasión y aprecio suscita.
Otra de las cuestiones que tampoco se entiende, y que blogs y páginas especializadas se plantean insistentemente, es porqué no lanzan una variante digital.
Los máximos responsables de MM dicen que están cansados de responder siempre a esas cuestiones, que temporada tras temporada, sobre todo cuando llegan algunas ferias del automóvil, les plantea la prensa.
Hace unos años la firma MM tuvo un, por inusual, gran detalle con la principal exposición relojera mundial, la Feria Internacional Baselworld que todos los años se celebra en Basilea, Suiza. Allí se expuso una edición especial del MM H2 en una vitrina que fue uno de los atractivos de la gala, y que recibió la visita de miles de personas de todo el mundo. De hecho, se llegaron a formar colas tan largas de gente que muchos de los expositores cercanos tuvieron que ceder parte de su sitio para facilitar la afluencia de tantísimas personas. La expectación fue enorme. La inauguración se realizó con antiguos y jubilados operarios de la factoría de MM en Suecia, todos ellos luciendo sus propios relojes que la firma de automóviles les había regalado al entrar a trabajar, y todos confesando, en las entrevistas posteriores, su orgullo por lucir un reloj tan especial. No obstante algunos reconocieron que les solían tentar muchas veces para que los vendieran, e incluso confesaban conocer a algún que otro ex-trabajador que lo había hecho.
Durante un congreso económico, tuve la oportunidad de acudir a la rueda de prensa que dio antes de su intervención la propia presidenta de MM, Astrid Sjoberg. La verdad es que a ella no se le solía preguntar cuestiones similares, dado su huraño y agresivo carácter, a pocos que quisieran seguir simpatizando con ella y poder mantener al menos una relación amistosa con su departamento de relaciones públicas se les ocurriría hacerle semejantes preguntas. Porque hacía ya mucho tiempo que reconocía estar harta y haberlas respondido de sobra. Pero cuando me pasaron el micrófono para mi turno, me puse en pie y pregunté:
- ¿Han vuelto a plantearse el comercializar de nuevo el reloj industrial de MM? ¿No cree que, dada la pujanza del mercado asiático, éste sería un momento ideal para ello? Aunque fuera una variante inspirada en él bajo su firma de relojes Eternium...
Astrid miró hacia su izquierda, en donde se encontraba una de las vicepresidentas de MM, y se dijeron algo en voz baja. Un silencio pesado invadió la sala. Los periodistas estaban con un nudo en el cuello, hasta yo podía notarlo, deseando que no les culpasen a ellos de mi intervención. La vicepresidenta de MM levantó su dedo índice, con un alargada y afilada uña, hacia mí:
- Son varias preguntas, hemos dicho claramente que sólo una por persona, por favor.
Volví a ponerme en pie y, aunque no tenía ya el micrófono en mi mano (la asistente me lo había retirado rápidamente), dije alzando la voz:
- Bueno, respóndame una.
Volvieron a mirarse y noté claramente el gesto de furor de Astrid Sjoberg. ¿Por qué le molestaría tanto hablar del reloj de MM? Al fin me dijo, pausadamente y recalcando las palabras:
- Mekanik Mekatronik nunca lanzará, nunca, mientras esté yo al frente, un reloj, dirigido como regalo especial a sus empleados, en venta como un artículo mercantil.
Alcé la mano, me puse en pie:
- ¡Pero...! -Comencé a decir, mientras mis compañeros periodistas protestaban para que no siguiera molestándoles a Astrid por el temor de que se fuera enfadada y les dejara allí plantados -¡Pero eso está haciendo que sus precios estén monstruosamente inflados y se pague por ellos una barbaridad!
Todos se sorprendieron cuando Astrid se acercó de nuevo al micrófono:
- No debería pagarse por ellos nada, ¡nada! ¡Son un regalo!
- ¿¡Entonces por qué no los venden!? -Grité, ya casi entre el caos. Astrid miró seria hacia la sala:
- ¡Este debate es absurdo! -Dijo y, lo que todos estaban temiendo, ocurrió: se puso en pie y se fue. El compañero periodista que estaba sentado a mi lado recogió su carpeta, cerrándola para guardarla:
- ¡Muy bonito, hombre! ¡Muy bonito! - Me recriminó. Salí de allí entre silbidos y aplausos irónicos de los demás periodistas. A la salida me encontré con Thina Lohenkold, una periodista de la ACF, que acababa de hablar por el móvil. Me sonrió:
- ¡Bravo! ¡Te has cargado la rueda de prensa de la invitada estrella!
Esbocé una sonrisa:
- ¡Cállate!
Seguimos caminando por el pasillo, esquivando a periodistas decepcionados y que me miraban enfadados:
- ¿Por qué no? ¿Por qué no se le puede preguntar eso? -Dije a mi amiga.
- Pregúntaselo de cerca a ella misma. -Me respondió, extendiendo su brazo y señalándome a Astrid, que acababa de aparecer para irse hacia la sala de eventos, con grandes medidas de seguridad a su alrededor. Dí dos pasos, Thina no se lo podía creer:
- ¿¡Qué haces!?
Me acerqué, pegándome a sus escoltas:
- ¡Señorita Sjoberg! -Grité-. ¡Astrid!
Mi amiga reía a carcajadas a mi lado, la situación le parecía de lo más graciosa.
Los guardas de seguridad de NACOP me cercaron y ya no me permitieron avanzar. Astrid desapareció con un gesto muy serio por la entrada a la sala de actos. Por supuesto, a mí no me permitieron acceder.
| Redacción: © Bia Namaran
Una bonita historia, pero mejor aún el concepto del reloj. Parecido a los Hamilton, pero para mi con más esencia... Es una pena que no decidan venderlos :-) Bueno, y que no saquen una versión con esfera blanca o crema.
ResponderEliminarPor cierto que el detalle ese de empresas que poco a poco te premian con objetos simbólicos, es algo que se ha perdido. Ahora sólo se busca dinero o ahorrar dinero, pero para nada un detalle que le recuerde a la persona su paso por allí.
Gracias Guti
ResponderEliminarNo se por qué sabía que ibas a decir lo de esfera blanca, de hecho pensé: "seguro que Guti dice algo del color del fondo" :D
Eran bonitos gestos, es cierto, lo de dar detalles de la que entras o al jubilarte, pero también era un concepto que se llevaba antes porque se suponía que ibas a pasarte la vida en esa compañía. Hoy en día entras y a la semana siguiente, por desgracia, igual estás saliendo por la misma puerta... :(
Debo ser un romántico, pero me hubiera gustado conservar algún recuerdo de mi paso de becario a programador junior, o de ahí a senior o analista. Algo como un reloj que podría ponerme, y recordar ese momento pasado.
ResponderEliminarpuede servirte perfectamente el reloj que llevases en aquella época... A mi me pasa cada vez que veo un W93 (o W94, no estoy seguro ahora cual de los dos) y recuerdo mis primeros años de currante... El reloj no lo conservo (y tampoco me preocupé por tenerlo) porque no me gustaba nada, se veía fatal la hora en él (aunque en funciones era muy completo). Tras él "regresé" al F-91 y menudo cambio, por lo menos no tenía que forzar la vista para saber la hora :D
ResponderEliminarRecuerdo el reloj de esa época, un Lotus Crónografo que aún tengo, y que me regaló mi madre. Recuerdo también que fue mi primer reloj "bueno", costando cerca de 25.000 pesetas en una relojería del barrio, hoy ya desaparecida. Fue por mucho tiempo mi reloj más caro, y por ese motivo lo llevé a diario y con mucho cuidado, aunque al final los años le hicieron huella.
ResponderEliminarDel trabajo, sólo recuerdo el ordenador que me compré con mi primer sueldo :-)
Bonita historia y bonito reloj, me recuerda a un VICTORINOX INOX.
ResponderEliminarVaya hombre, Apolino, ya me has chafado el invento! Que no se entere victorinox que hago chops de sus relojes! :D
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